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El Desarrollo Espiritual

Prologo

Con este escrito intentamos poner claridad en la mente de los buscadores de la Verdad. Es muy lamentable observar frecuentemente cómo personas de buena intención caen en el error, fantasean sobre lo espiritual, desperdician sus mejores esfuerzos en ilusiones, se auto engañan y sirven de instrumento para el engaño de otros. Hay quienes más concientes del mal que producen, inventan mentiras para el consumo público, y otros más creen haber llegado a la categoría de maestros espirituales, y pretenden hablar sobre lo que no conocen. Todos estos seres, falsos guías e ilusos guiados, ofrecen un lamentable espectáculo que desprestigia más todavía la búsqueda espiritual, hoy denigrada por el materialismo en boga.

Si pudiéramos ofrecer un poco de luz a estos seres confundidos, nuestra tarea se veía por demás cumplida. Pero observamos también, con pesar, que son pocos los que realmente buscan de verdad. Con sinceridad, y que la mayoría lo hace como un juego, o como un paliativo momentáneo, o por curiosidad, no faltando los nefastos "buscadores de poder". En esta cuestión es muy importante la seriedad y el compromiso, mucho más que en cualquier otra. La inconciencia natural del ser humano, su radical estupidez, se basa en que no toma en serio su destino espiritual, creyendo que la cosa ya está resuelta a su favor. Cuando observe el resultado final de su esperanzamiento entonces sabrá que nunca hubo ninguna causa para tanta seguridad, sino que por el contrario debió haberse desesperado por alcanzar la Verdad, como desespera de ver satisfecha su necesidad de alimento y de salud cuando esta cosas faltan.

Uno de los defectos que se observan en muchos fantasiosos es el de creer en el "toque mágico" de un maestro, o el de creer que éste debe ser un taumaturgo, alguien que realiza milagros como Jesús. Ignora la realidad de estos asuntos, que no son tan simples como él se lo imagina, ni en lo que a él respecta tan extraordinarios como cree. Aunque la base de todo desarrollo espiritual son sin duda la comunidad y el maestro, al igual que la base de la educación familiar es la familia y el padre (sobre todo este).

Por otra parte, los fantasiosos creen que con sólo haber tenido alguna idea, o una intuición, o haber vivido un hecho no común, por eso sólo son los seres elegidos que ya pueden juzgar sobre la Verdad y el error, el Bien y el mal, y que si condescienden a integrarse en una comunidad espiritual, es para el bien de esta última, nunca porque ellos realmente lo necesiten. Su ego no les permite comprender su situación indigente, menesterosa. En realidad, si alguien siente necesidad espiritual es porque ha encontrado su cortedad, y no porque ya se encuentra completo. Partimos en nuestro viaje espiritual de la carencia, de la imperfección, no de la completitud y de la felicidad; estamos enfermos y necesitamos curación y para eso existen la comunidad y el maestro.

Otra observación básica sobre el desarrollo espiritual es que debemos trabajar, no hay "toque mágico", ni taumaturgia por parte del maestro. Es cierto que éste deberá poseer cierto poder espiritual, pero dicho poder se muestra en su conocimiento y en sus virtudes éticas, no en los fenómenos portentosos que los fantasiosos suelen imaginar. El maestro influirá sutilmente en el discípulo porque él es un medio espiritual para este último, y dicha influencia producirá el desarrollo espiritual, como la luz produce el crecimiento de las plantas. Y este es todo el milagro, que en realidad es mayor a cualquier fenómeno portentoso. El discípulo debe poder percibir el cambio de su estado espiritual, y esta será su prueba en cuanto al maestro, no deber esperar nada fantástico más que esto, que ya de por sí es extraordinario. Para lograrlo es condición indispensable de que trabaje, se esfuerce, combata en la lucha espiritual, pues de lo contrario no obtendrá nada. La falta de esfuerzo es signo de hipocresía, de insinceridad, de descompromiso.

El verdadero maestro posee una potencia espiritual que influye sólo en le verdadero discípulo. Los curiosos, los petulantes, los ignorantes, no son capaces de percibir ese don del maestro, como los sordos no pueden percibir el bello sonido de la música celestial.

En este escrito nos referimos primero al desarrollo espiritual comparándolo con el crecimiento físico, y distinguiéndolo netamente del mismo. En la segunda parte damos laguna nociones elementales sobre las tradiciones sagradas. En la tercera hablamos de la intención y otros temas del desarrollo espiritual. No quisimos extender esta obra con asuntos tan difíciles como el de los estados espirituales, las categorías, la contemplación y la iniciación, que prometemos para otra obra. Consideramos que lo que exponemos en la presente es lo elemental y necesario para cualquier comienzo de un trabajo espiritual auténtico, y que los temas más difíciles sólo se comprenden después de haber incorporado los elementos que ahora ofrecemos.

Y en el Principio de todas las cosas esperamos toda recompensa y a El nos encomendamos.

Murshid Mahmud Husain

 

Primera parte

El nacimiento y el crecimiento físicos no son idénticos al nacimiento y el crecimiento espiritual. Existen dos esferas de desarrollo del ser humano, una la física y otra la espiritual. En ésta última existe una primera etapa que va desde la niñez hasta la edad de discernimiento; luego la que se extiende desde la adolescencia o juventud hasta la edad de la actividad intelectual independiente: por último, la de la madurez o plenitud, etapa en la cual es posible que el ser humano ofrezca al resto de sus semejantes los frutos de su experiencia.

La diferencia esencial entre el desarrollo físico y el desarrollo espiritual, es que uno es automático y el otro requiere un esfuerzo de la voluntad. El desarrollo físico que no se vea interrumpido por la enfermedad, la desnutrición, o la muerte, se cumple en forma independiente, sin que nosotros nos esforcemos particularmente en ello. Podremos, quizás, acelerarlo mediante el ejercicio físico, etc., pero alcanzará un punto en que logre su fin, y se detendrá automáticamente así como se había iniciado. Aún cuando es su etapa inicial necesitará de sumos cuidados y los padres deberán alimentar a sus hijos y protegerlos contra múltiples peligros, sin embargo es la naturaleza por sí misma la que se desarrolla en nosotros, sin nuestra participación.

Frente a esta modalidad del desarrollo corporal, el espíritu difiere esencialmente. Primero, no comienza en un punto tan preciso como lo es el nacimiento físico. Segundo, no se desarrolla automáticamente como lo hace el cuerpo. Tercero, no es el resultado del alimento material, ni tampoco un subproducto del desarrollo físico, sino que tiene su propio alimento, y su propio modo de desarrollo.

A pesar de todo, ambos aspectos del ser humano, el físico y el Espiritual, coinciden en alguno puntos, como por ejemplo su necesidad de ser apoyados por parte de otras personas, y su necesidad de ciertos medios externos; por fin, ambos requieren especial cuidado y protección para lograr el objetivo propuesto. Por otra parte, coinciden en el resultado final, pues cada uno s su manera, tanto el desarrollo físico como el espiritual, plasman nuestra salud y nuestra felicidad.

¿En que consiste el desarrollo espiritual?.

Pues bien, la primera distinción del desarrollo espiritual es que no surge en un momento preciso, determinado por factores externos ajenos a nuestra voluntad, por el contrario su aparición es algo especial, predestinado, y cuyas raíces se encuentran en el interior del ser humano que lo experimenta. Así y todo, uno mismo no sabrá explicar a otros cómo fue este comienzo de su desarrollo espiritual, ni aún se lo podrá explicar a sí mismo durante mucho tiempo. Sin embargo, es posible comparar tal comienzo con el nacimiento físico, por simple analogía, y a fin de poder concebir menor el cambio extraordinario que produce desde su inicio el desarrollo espiritual.

El desarrollo espiritual, por sobre todas las cosas, requiere de nuestra parte un esfuerzo conciente, perseverante, y debido a ello quedan comprometidos dos niveles de nuestro ser, uno el racional y otro el emocional. Sin una movilización de estos dos niveles no podrá existir nunca ningún desarrollo espiritual. Pero esto exige de nosotros, lógicamente, algo mucho más serio que el simple deseo. En primer lugar, debemos convencernos de que ese esfuerzo es necesario y que en él consiste nuestra felicidad; en segundo lugar, debemos comprometernos emocionalmente con ese esfuerzo, es decir con un anhelo ferviente, que por analogía deber ser como el deseo de comida para el que está hambriento. Y de este modo entran a tener un rol destacado el intelecto, primero, y la psiquis, en segundo lugar, ambas cosas íntimamente relacionadas entre sí. Todo nuestro ser se moviliza al mismo tiempo y es sacudido por un viento purificante.

Por último, afirmamos antes que el desarrollo espiritual tiene su propio alimento, y que no se produce como resultado de haber completado el desarrollo físico. Debemos, pues tener la suerte de poder conseguir el alimento espiritual, lo cual implica también cosas muy serias, como por ejemplo la autenticidad del alimento, que no sea adulterado nocivo, y en lugar de resultar beneficioso nos resulte un veneno. Esto plantea una serie de cuestiones, entre ellas estas, la de qué tipo de alimento necesitamos nosotros, de acuerdo a nuestra condición intelectual y psíquica; dónde encontrarlo; como asimilarlo. De este modo entran a tener un rol destacado el medio cultural y social y las personas que nos rodean, en especial el maestro y la comunidad espiritual.

"Emocionalista" e "Intelectualistas"

Habíamos mencionado que en el desarrolló espiritual existe un punto clave, un "momento especial" que tiene características de predestinación, porque en él hay como una revelación, un descubrimiento de algo desconocido, que sin embargo ya estaba presente en nosotros.

Es algo que desde ese momento no atrae con fuerza. Las circunstancia en que se produce ese "momento especial" parecen predestinadas; las personas o cosas que intervienen en dicha circunstancia pueden ser consideradas como instrumentos de la voluntad divina. Para compararlo con algo más común, ese momento es equivalente al enamoramiento, porque en realidad no se trata de una situación rutinaria y pasajera, sino de algo único y decisivo en nuestras vidas.

En seguida quedaban implicados en la situación el intelecto y la emoción o psiquis, cada cual por su lado, pero íntimamente relacionados de tal modo que lo que le pase a uno de ellos afectará necesariamente al otro. Nuestra situación en este punto es muy delicada y difícil, comparable a las primeras horas del niño después de su nacimiento ; de este instante dependerá nuestro posterior desarrollo espiritual, o su frustración.

Los dos factores comprometido, el intelecto y la emoción, deben tomar cada uno su puesto, por lo que será necesario que predomine el intelecto sobre la emoción. La mayoría de las personas que son impulsadas exclusivamente por la emoción se frustran en su intento de desarrollo espiritual, esto sin contar que los "emocionalitas" exclusivos no llegan nunca ni siquiera a vislumbrarlo, nunca realizaran una experiencia como la del nacimiento espiritual. Estarán limitados permanentemente a las emociones en su "trato" con las cosas espirituales, y esto cuando dicho "trato" pueda llegar a existir.

En el extremo opuesto, y tan negativo como lo anterior, o poco menos están lo que exclusivamente se limitan al intelecto para acceder al desarrollo espiritual. Este tipo de personas las "intelectualistas", en realidad se verá también frustrada en su intento, auque ellos presentan dos sectores, uno el de los que reconocen la importancia y la necesidad del factor emocional y se abstienen de comprometerse con él; a estos habría que calificarlos como peores que los "emocionalitas" exclusivos. Habrá, por otro lado, un sector de los "intelectualistas" que admiten el factor emocional pero se comprometen limitadamente con él, y como para cumplir con cierto "formalismo", aunque en última instancia no creen en dicho factor. Este último sector es en su tipo menos nocivo para sí mismo y para el resto de la humanidad que le mencionado en primer término.

El factor emocional

¿Qué significa, en definitiva, el factor emocional que participa del desarrollo espiritual?, ¿en qué consiste?. En primer lugar, significa reconocer la necesidad de un trabajo de auto purificación, y que le ego es el enemigo del desarrollo espiritual; en segundo lugar, reconocer que existen determinadas prácticas que producen el desarrollo espiritual además del conocimiento teórico, pues dichas prácticas sirven a la auto purificación; tercero, consiste en someterse a dichas prácticas con toda humildad y descendiendo del trono de la auto glorificación personal.

En consecuencia, deberemos someternos a las enseñanzas y directivas de otros, venciendo nuestra propia soberbia. Esto es lo más importante para alguien que busca el desarrollo espiritual, de lo contrario no habrá en adelante otra cosa párale que su propio desvío.

La prioridad del intelecto

La prioridad que tiene el intelecto sobre la emoción no nos debe conducir, pues, a ninguno de ambos extremos, ni al "emocionalismo" ni al "intelectualismo", sino a poner en armonía jerárquica ambos factores. Es indudable que el intelecto debe predominar sobre la emoción, sobre todo en las primeras etapas...¿por qué?. Si nosotros comenzamos el camino de desarrollo espiritual y no hemos resuelto nuestras dudas principales, éstas resurgirán en cualquier momento del camino, como un salteador que nos puede despojar de lo que hemos logrado hasta ese momento, o que en el peor de los casos nos puede asesinar.

La duda, la vacilación, el malestar interior respecto de una idea son todas emociones que se "mueven en el corazón", y representan, en definitiva una inestabilidad emocional que perturba al intelecto. Por otro lado, también existen problemas de origen solamente intelectual como el no haber vencido ciertos prejuicios, confusiones y ambigüedades en nuestras ideas, todo ello producto de la ignorancia, que perturbarán a su turno a nuestro corazón, en el momento menos pensado. Habrá pues dos fuentes del malestar interior una emocional y otra intelectual ¿por cuál de ellas debemos comenzar nuestra tarea de desarrollo espiritual, limpiando nuestro corazón y descubriendo su realidad?.

Toda duda, toda vacilación, tiene un origen emocional y que luego el intelecto lo percibe como un debilitamiento de su seguridad. Algo perturba nuestro pecho como una insidia que nos quita seguridad, que nos inspira malestar e intranquilidad. Esta insidia deber ser descubierta por el intelecto, expuesta a la luz del conocimiento, aventada, nunca debe quedar oculta, pues se transformaría en un enemigo traicionero. Tal es la fuente principal de nuestra falta de firmeza en el desarrolló espiritual, percibimos la debilidad interior y nos cuesta esforzarnos por eliminarla pues estamos como atados por ella.

Es por esto que el intelecto tiene prioridad sobre la emoción, porque aunque la emoción pueda imponerse por la fuerza bruta, e implantar el imperio de la irracionalidad en nuestro ser, el intelecto es el único capaz de someterla a través de la sinceridad, de la persuasión, y de la verdad aún contra nosotros mismos.

En cuanto a las ideas falsas de origen intelectual, como los prejuicios, las confusiones, etc., no son tan nocivas para nuestro desarrollo espiritual como las insidias interiores, emocionales, aunque también puedan ser utilizadas por nuestro ego para perturbar nuestro pensamiento y alejarnos del desarrollo espiritual. El ego las utiliza porque quiere escapar del compromiso, de la responsabilidad, de la acción con sentido, desea vivir aparte de la fe, de la auto purificación, y se cubre con aquellos perjuicios y confusiones. De este modo es como el nivel intelectual colabora con el nivel emocional, al darle oportunidad a este último para que utilice nuestra mismas falencias intelectuales, perturbarnos y atarnos a sus deseos. Es necesario, pues, vencer prejuicios y confusiones a través del conocimiento, pues aquellos nacen solamente de la ignorancia.

La convicción en la felicidad

Debemos estar en claro sobre la realidad del alma humano, no tener un concepto falso a nosotros mismos, sino una idea de nuestras real dimensión, ni menospreciadora ni exaltadora, lo más justa posible. Debemos ser lo más imparciales y objetivos que podamos serlo respecto de nosotros mismos. La sinceridad es esencial para esto, ella obra como una luz en nuestro interior para que podamos vernos, y es antes que nada sinceridad con nosotros mismos.

Nuestro ser tiene tres aspectos diferentes: alma, ego, Espíritu. El alma es la energía vital que nos da vida, energía que puede ser derivada tanto hacia el bien como hacia el mal; el ego es la parte inferior del alma, la parte instintiva, que trata de amarrarnos a un estado bajo, ignorante, ilusorio. El espíritu corresponde al alma liberada y pacificada que encontró su plenitud.

Debemos antes que nada saber que partimos siempre del ego en nuestro viaje hacia el desarrollo espiritual, el predomina y es el verdadero enemigo. Pero si quedamos atados a esta idea, y nos obsesionamos con nuestro estado inferior, nunca habrá desarrollo espiritual; debemos curarnos de la mala opinión sobre nosotros mismos, como sucede con la curación del cuerpo: sentirnos enfermo, establecer el diagnóstico correcto, conocer la medicina apropiada, comenzar a administrarse esa medicina para por fin, lograr la curación. Pero sobre todo, es necesario desear esa curación, anhelarla, pues de otro modo resultaría imposible lograrla, aún aplicándonos el remedio.

Debemos estar seguros de que existe algo superior en nosotros, de bien que contenemos, no por obra de nuestras manos, ni por una distinción que sin esfuerzo alguno hemos recibido, sino que por ser reflejo de lo divino, en nuestra dimensión humana. El espíritu reside en nosotros, somos el templo del Señor, nuestro Espíritu es Su Soplo.

Contrapesando esto tenemos conciencia de ser imperfectos y de que caemos en el mal con frecuencia. Pero esta conciencia no es negativa por sí misma, mientras la sepamos aprovechar. Quien no experimenta conciencia de su imperfección no será nunca un creyente.

En colusión, el desarrollo espiritual se basa principalmente en el esfuerzo de la voluntad. Para realizarla ese esfuerzo debemos estar convencidos, tal como el enfermo para administrarse el medicamento debe esta previamente convencido de la necesidad de curación, convencidos de que podemos llegar a la felicidad, y que ella es nuestra meta en la vida. Quien no crea en la felicidad nunca hará el esfuerzo y no podrá nunca desarrollarse espiritualmente.

Los obstáculos emocionales

Lo que más perjudica nuestra comprensión de la felicidad son lo que podemos llamar "obstáculos emocionales", como los de raza, cultura, idioma y posición social, los derivados de una falsa tradición histórica o familiar, o de una adhesión ciega, no razonada, a un dogma religioso, político o filosófico. Debemos ser sinceros, no enorgullecernos por ser blancos, negros o amarillos, de una cultura o de otra, poseedores o no de títulos y honores, no tener en cuenta el idioma desde el cual nos llama el espíritu, ni la posición social. Semejantes hazaña equivale a observar nuestro cuerpo tal cual es sin las apariencias que nos aporta nuestra vestimenta. Se trata de un acto íntimo, profundo, que sólo está al alcance de unos pocos, aquellos que se despojan de los oropeles del mundo para la intimidad con su Señor.

La esfera del desarrollo espiritual

La esfera del desarrollo espiritual no se confunde con la del crecimiento físico, precisa de cierto alimento. Quizás a nosotros algunas cosas nos parezcan espirituales sin serlo realmente. Habrá entonces un tipo de dieta determinado para cada clase de persona. Hablaremos primero de esta cuestión para después pasar al importante asunto de la comunidad y del maestro.

El alimento espiritual debe reunir varias condiciones, en primer lugar, ser una tradición verdadera a través de los siglos, con pruebas suficientes de su benignidad. En segundo lugar, recibirla de una fuente auténtica, pues todas las enseñanzas espirituales han sufrido la prueba del demonio. Habrá, pues, varias fuentes falsas que se presentarán con los signos externos de la enseñanza verdadera, y habrá una fuente auténtica, segura, que se remonta a la tradición primigenia y es fácil de reconocer. Por último, que el maestro y la comunidad que la transmiten sean fiel reflejo de lo que predican.

Esto último se debe poder reconocer primero en el conocimiento, segundo en la práctica, tercero en lo que respecta al nivel moral y ético. Más allá no podrá juzgar el novato, pues el grado espiritual que alcanzó el maestro y sus discípulos no se muestra de otro modo que a través de aquellas tres cosas, no por un certificado de capacitación o de habilitación para la "profesión" espiritual, ni de nada exterior, excepto lo mencionado.

Es esencial no juzgar al maestro sino, sobre todo, a los discípulos, por varias razones. La primera es de índole lógica, pues alguien que necesita enseñanza y que la ha venido a buscar de otro que la puede impartir, es imposible que pueda juzgar a este otro en base al conocimiento del que él carece. Tampoco es posible que juzgue al maestro en base a las prácticas espirituales que también el desconoce, y que están ligadas al grado de conocimiento que el maestro haya alcanzado. Por último no podrá evaluarlo en lo que se refiere a la ética, observarlo objetivamente en ese aspecto, pues el estado ético de alguien también depende del conocimiento y de la práctica espiritual, que el novato desconoce. Es necesario, sin embargo, que el maestro a los ojos del novato parezca lo que deber ser, tanto por lo que expresa de conocimiento, cuanto por su práctica y su ética.

Como ya hemos, dicho más útil será juzgar a los miembros de la comunidad, por aquello de que "por los frutos conocerás el árbol". También aquí hay razones lógicas, como que el novato está más cerca de la experiencia del resto de los discípulos que de la experiencia del maestro. Otra razón es que la variedad de individuos, permite una mejor apreciación, para alguien que todavía poco conoce, de lo que puede permitirlo un solo individuo. También, esta variedad resulta ser una demostración contundente, pues la mayoría de los casos permite una apreciación más justa, mientras que los casos individuales pueden confundir. Por otro lado, ningún maestro podrá engañar a nadie por interpósita persona sin que sea evidente el engaño, y sobre todo cuando esas personas son numerosas.

Por último, debemos tener en cuenta, especialmente, que en cualquier grupo las personas son muy diferentes entre sí, y solo los más antiguaos miembros del grupo, que han pasado más tiempo recibiendo la virtud del maestro, como la obra de arte lograda lo es de la maestría del artista. De lo contrario, podría tratarse de un veleidoso, de un curioso pasajero, o de alguien sin posibilidades de éxito, los cuales no sirven como prueba en absoluto.

El alimento espiritual: multiplicidad de las tradiciones

En cuanto al "tipo de alimento" que necesitamos nosotros, hay varias cuestiones ligadas al asunto. En primer lugar, existen muchas tradiciones diferentes, todas ellas con un origen común y único. Pero siempre habrá una sola que sea la más apta para nosotros, pues no podemos experimentar a la vez a todas como tampoco podemos negar que al menos necesitamos una. Que no podemos realizar varios caminos a la vez es muy evidente, y sólo lo niega quien no desea en realidad realizar ningún camino, sino perder el tiempo y divagar en ilusiones. Tales personas adolecen de alguna falla muy grave con lo más sagrado, con el destino de sus almas. Son veleidosas, ignorantes, infatuados en su ego, no tienen firmeza y creen conocerlo todo. En realidad, este tipo de personas es seguidora del demonio.

Hay otro tipo que ya hemos mencionado antes, los "intelectualistas" que se justifican con la variedad de tradiciones diferentes, todas ellas con un origen común y único, para no adoptar ninguna en particular. Creen que sus mezquinas personas pueden realizar en sí mismas la síntesis de todas las tradiciones, sin faltarle a ninguna. Alegan al respecto ciertos "conocimientos" que los "eleva" sobre el resto de la gente. Tal tipo de ser resulta muy necio y negativo, su ego lo engaña con la soberbia, y en esta época, entre nosotros, lo más habitual es encontrar la actitud que adoptan ante el conocimiento, pero en el fondo responden al mismo engaño de su ego fatuo y de cierta ilusión sobre lo sagrado sin ningún saber divino verdadero.

En consecuencia, el verdadero buscador deseará encontrar aquella única tradición o enseñanza que más convenga a su condición y a sus inclinaciones espirituales. Rechazará por igual el sincretismo del "todo es lo mismo", que confunde a todas las tradiciones indistintamente en una misma olla, y que termina en la nada (o peor aún en el satanismo), como también rechazará el intelectualismo abstracto y vacío de pretender sintetizar en uno mismo las distintas tradiciones, porque aunque todas tengan un origen común y un fin supremo idéntico, todas ellas son distintas. El verdadero buscador saldrá al encuentro de la mejor tradición, porque su búsqueda es la búsqueda de sí mismo. Cuando más distinga entre ellas más se conocerá a sí mismo. También, cuando más respete las diferencias, más respetará al otro que adopta una tradición diferente, sin desear encajarlo en un molde que él cree el mejor.

El hombre occidental ha ido en esta cuestión, como en otras más comunes, de un extremo a otro; primero proclama poseer la enseñanza exclusiva y única, absolutamente verdadera, y que aquel que no estaba en esa tradición se encontraba en el error. Hoy, habiéndose disuelto la creencia de que todas las tradiciones son indistintas entre sí, completamente adecuadas cualquiera de ellas para la vida espiritual de cualquier persona, y que en definitiva es el individuo quien puede elegir a su gusto cualquier tradición, o mejor aún, no elegir ninguna en particular sino realizar él mismo la síntesis magistral de todas ellas. Esto es el sumun del individualismo, la soberbia y la ignorancia.

Necesidad de seguir una tradición espiritual

Existen sólo dos medios generales para le desarrollo espiritual, el intelecto y la tradición. El intelecto deber reunir ciertas condiciones previas: salud, preparación preliminar, objetividad (desapasionamiento, prudencia). Pero es insuficiente por sí mismo para lograr el desarrollo espiritual.

La tradición está compuesta en primer lugar por la Revelación; en segundo lugar por la sabiduría de los maestros. La Revelación procede de un nivel superior a este mundo; la sabiduría es la riqueza que en este mundo adquieren los maestros.

Además, existen dos medios especiales para el desarrollo espiritual, la comunidad y el maestro. La Revelación y la sabiduría no llegan a fructificar en el corazón del discípulo sin no es a través de la comunidad y del maestro. La luz y las nubes del cielo no llegan a fertilizar la tierra sin no es a través del aire y de la lluvia.

El intelecto necesita ser educado porque en la generalidad de los casos no nace desarrollado espiritualmente, como no nace conociendo. La educación del intelecto produce el desarrollo espiritual y aquello que estaba oculto en nosotros se manifiesta plenamente.

En la segunda parte trataremos especialmente la cuestión de la tradición bajo sus diversos aspectos, en forma sintética y esencial.

 

SEGUNDA PARTE

Identidad y diferencia en las tradiciones

Todas las cosas que existen presentan por igual dos aspectos opuestos y a la vez complementarios, identidad y diferencia. El mundo humano no es la excepción, el hombre es "ser humano" debido a su identidad que lo distingue del resto de los animales, y es por otra parte un individuo particular dentro de su género, debido a su diferencia del resto de los seres humanos. A pesar de la gran cantidad de hombres que existen –o quizás precisamente por ello- no hay dos ejemplares absolutamente idéntico, ni aún cuando fueran gemelos. Lo extraordinario de la realidad manifestada por el Señor es la variedad, que para la compresión humana casi resulta infinita, aunque no hay Infinito excepto El.

A causa de su identidad las cosas se unen entre sí, formado una categoría determinada de seres, como los hombres, los planetas, lo ángeles, los genios, etc., y a causa de su diferencia las cosas se distinguen entre sí y cumplen determinadas funciones, cada cual en su esfera de acción. Esto es muy compresible para cualquier ser pensante, porque corresponde a la experiencia nuestra de cada día.

Del mimo modo que el resto de las cosas, las tradiciones sagradas, las enseñanzas de los grandes maestros, a las que nosotros solemos llamar "religiones", son idénticas en un sentido y distintas en otro. Su identidad, cuando se trata de tradiciones auténticas, se funda tanto en su origen como en su fin. En cuanto a su origen, todas ellas derivan de una Fuente única, trascendente, y esto queda demostrado por la sabiduría que todas ellas transmiten, cuyos principios son comunes, y también por la modalidad de vida que cada una exige, tanto en el orden devocional como ético. Podrán diferenciarse en los ritos, y en algunas prácticas de la vida personal y de la vida social, pero el modo de vida que resulta de las tradiciones sagradas coincide en general tanto en la concepción que tienen de la vida humana en este mundo como en la preeminencia que otorgan al otro mundo, imponiendo en consecuencia una vida ética y en superación constante.

En cuanto al fin que perciben delante de sí todas las tradiciones sagradas, es el de alcanzar la perfección del ser humano, o en otras palabras la santidad. En esto coinciden también todas ellas, y consideran que en dicha perfección consiste la felicidad humana en este mundo, y un seguro feliz tránsito al otro. En última instancia, el Fin propuesto es conseguir la gracia, o la complacencia, o el amor divinos.

Ahora bien, esa visión que alcanzamos de las tradiciones sagradas la obtenemos desde un punto de vista universal, o para aclarar mejor desde el punto de vista del Señor, no del siervo. El ser humano tiene esa rara capacidad de trascender su condición es este mundo, encerrado como está en la dimensión espacio-temporal, para observar las cosas con su propia condición humana, espacio-temporal y cambiante.

Por el contrario, desde el punto de vista del servo cada tradición sagrada es un camino diferente y excluyente de las otras. Y esto es necesario porque cada una de ellas viene a satisfacer determinadas necesidades de acuerdo al lugar, al tiempo, a la idiosincrasia y a la cultura de los individuos. Podemos, inclusive, al adoptar una tradición, considerar a todas ellas como una y la misma, pero esto lo haremos intencionalmente, si poder llevarlo a la práctica, debiendo reconocer que en la práctica sólo necesitamos de una sola tradición, la cual resultará suficiente para toda una vida.

Existen otro motivos muy importantes para seguir una sola tradición. Entre las razones más lógicas y evidentes está la siguiente: solemos reconocer que en cualquiera de las tradiciones verdaderas existen una esencia fundamental y maravillosa, que debemos alcanzar para nuestra perfección y felicidad. Además, siendo esa esencia común a todas ellas, lo mismo da que la alcancemos a través de una que de otra tradición. Pero sería absurdo que pretendamos hacerlo a través de varias de ellas al mismo tiempo, pues implicaría un esfuerzo innecesario e infructuoso. Aunque mucho camino en la tierra lleguen al mimo lugar a nadie se le ocurrirá toma todos a la vez, pues ello resultaría prácticamente imposible, y lógicamente innecesario. En el plano del espíritu la cuestión es idéntica, ya que existen numerosos caminos, aún cuando su destino final sea el mismo. Sin embargo, es absurdo seguir varios a la vez, pues en tal caso nos sería imposible ahondar suficientemente en cualquiera de ellos para llegar a la esencia maravillosa que tenemos por meta. Segundo, si nuestro interés real es el destino final y no el camino, nos bastará lógicamente uno solo. El camino es un medio y el destino final es, realmente, lo que nosotros deseamos conseguir.

Si alguien alegara que es bueno conocer "todos" los caminos y seguirlos hasta su final para tener así una experiencia universal, completa, abarcadora de todos ellos, responderíamos que el que sigue un camino con sinceridad desea alcanzar su destino; si lo alcanzara, ¿qué sentido tendría abandonarlo y volver por otro lado al mismo punto?. Sería como jugar, entretenerse, y no tener un real anhelo por el Fin. Pero quien no tenga ese anhelo, que es una fuerza espiritual extraordinaria, no emprenderá ningún camino, y lejos está de conseguir cualquier meta. Finalmente, ¿quién puede alegar, con sinceridad, que es capaz de tener una experiencia universal, omniabarcante, de todos los senderos espirituales?. Tal persona es sin duda un perfecto embustero.

En conclusión, lo afirmado anteriormente nos indica que debemos dedicar a una sola tradición todos los actos de nuestra vida, vivir en ellas una experiencia entera, no escapar la compromiso con el modo de vida que dicha tradición exige de nosotros. Ello requerirá, sin duda, todos nuestro días, y nos será imposible practicar cualquier otra enseñanza espiritual paralela.

Práctica y esencia de las tradiciones

Otro de los aspectos indispensable que presenta cualquier tradición verdadera es el de una práctica que resulta coherente con sus principios, y que constituye de hecho la escalera ascendente hacia una mayor purificación. La práctica posee un sentido profundo, y sólo en el mundo actual se ha llegado a considerar cualquier práctica espiritual como signo de atraso, superstición o cosa inútil.

No es suficiente un conocimiento teórico sin una práctica consecuente porque el ser humano presente dos aspectos diferentes y complementarios, uno es el pensamiento, y otro la acción. Cuando lo que se piensa se ejecuta recién entonces logra el ser humano la plenitud de su ser. Cuando lo que se cree se verifica con actos concretos, recién entonces se realiza la unidad o conjunción del ser como un todo integrado, que ha vencido el cisma entre un alma que piensa y un cuerpo que actúa.

La crisis del alma se presenta cuando no damos salida a nuestra necesidad de devoción, es decir de realizar una práctica de origen sagrado, o también cuando no concretamos esa devoción por una vía correcta. Entonces caemos en la disolución de nuestro ser que nos lleva al escepticismo extremo y a la infelicidad, o peor aún, a la esquizofrenia.

Por el contrario, un alma que realice una vida práctica coherente con su creencia, que de salida a su necesidad de devoción, que mantenga el equilibrio entre lo que se piensa y lo que se actúa, es un alma equilibrada que puede logra la felicidad. En este caso sólo hay un peligro, tan malo o más que el anterior, y es que caigamos en la hipocresía. Pero para llegar a ser hipócritas deberemos pasar todavía por varios puntos de degradación.

El sentido profundo de la práctica es que nos acondiciona psíquica y éticamente para logra el desarrolló espiritual. Asimismo, como cada tradición presente un tipo de práctica diferente (aunque bien estudiadas todas ellas resultan similares, en última instancia) es conveniente seguir el tipo de práctica establecido para alcanzar la esencia de la tradición que hemos elegido. No nos será posible con un tipo de práctica budista alcanzar las aperturas espirituales del sufismo, por ejemplo, aunque pongamos las mejores intenciones en el intento. Se podría decir que aún los mundo espirituales a que dan acceso las prácticas son diferentes, por cuanto la dimensión espiritual no es un todo homogéneo, como suponen algunos, sino algo cualitativamente distinto, según sean los planos de la luz a los que se tenga acceso . Por tal motivo, prácticas distintas son irreductibles entre sí, es decir no pueden intercambiarse.

En consecuencia, siendo indispensable para el desarrollo espiritual adoptar una tradición sagrada y alcanzar su esencia maravillosa, que obra como la piedra filosofal sobre nuestro ser, es además ineludible aplicar la práctica respectiva de dicha tradición, como método concreto de realización espiritual, y antes que nada, de purificación psíquica y ética.

Al respecto observamos también que muchas personas confundidas "prueban" diferentes prácticas, como si tal proceder produjera su desarrollo espiritual. Estos iluso, in comprometidos, son similares a lo que hemos mencionado como "intelectualistas", pues piensan que la cuestión es puramente individual, y que en sus egos todavía impurificados se produce la conjunción de la realidad verdadera en el ser individual. En principio, este error se basa en creer en el "efecto mágico" de una práctica, lo cual es falso, segundo en creer que no existen diferencias entre las diversas prácticas de las distintas tradiciones, lo que tampoco es cierto. No es necesario refutar estas ilusiones con mucho argumentos, sólo invitamos a observar las disparatadas opiniones de estos seres confusos y su inconsistente búsqueda de la Verdad.

Que es una tradición

Es un conjunto de conocimientos y de símbolos que dan acceso, a través de una práctica determinada, a la perfección del ser humano, es decir a su desarrollo espiritual y a su felicidad. Cada tradición sagrada tiene un aspecto externo y otro interno, SINDO el primero su aspecto público y social, y el segundo su aspecto personal e íntimo. No todos sus seguidores conocen dicha distinción de las tradiciones sagradas, sólo lo más avanzados en el trabajo espiritual reconocen un aspecto más profundo de la enseñanza y tratan de alcanzarlo.

Una tradición sagrada que no haya sido distorsionada a través del tiempo por intereses externos, anti espirituales, mantiene siempre en armonía a ambos aspectos, el interior y el exterior. Cualquier tradición de origen sagrado que pierda uno de los dos aspectos (y el que se pierde siempre es el interior por ser el más difícil de mantener) cae consecuentemente en la decadencia, cuya extrema expresión es además la corrupción de su aspecto externo. Para dar un ejemplo, cuando se enferma el corazón decae todo el cuerpo, y se detiene, el cuerpo muere. Toda tradición sagrada todavía viva mantiene, sin duda, la conexión necesaria y vital entre ambos aspectos, el interno y el externo, pues de ello depende su existencia como tal tradición.

En consecuencia, las tradiciones, como el resto de las cosas, surgen y decaen, pues están al servicio del hombre y no al revés. Pero debido a este mismo hecho, es el propio hombre quien las corrompe con su accionar, como gasta y envilece el resto de las cosas. Una tradición no es divina por sí misma, ni debe ser adorada ella, sino Aquel que ella manifiesta, ni debe servirse a si misma con sí fuera un "organismo autónomo", sino servir al desarrollo espiritual de los seres humanos. Cuando, por el contrario, cae en todas aquellas fallas, cualquier tradición se transforma en "devoradoras de hombres", y envilece la vida humana personal y social.

El aspecto exterior está caracterizado por una práctica, el interior por un significado. Como ya sabemos, nos resulta imposible acceder al significado sino es a través de la práctica, por lo tanto, cuando ésta última pasa a servir al "organismo autónomo" en que se ha transformado la tradición corrupta, no será imposible llegar al significado, cultivarlo, mantenerlo, y sólo subsistirá una práctica degradada al servicio de ciertos intereses mundanos. Este es el "culto de la abominación" a que se refirió el Profeta Daniel.

La esencia de una tradición la constituye su significado, por lo tanto debe tender a conseguirlo. Si una tradición nos presenta solamente una práctica sin significado la rechazaremos por fraudulenta . Los verdaderos hipócritas son aquellos que cumplen con el aspecto externo de la tradición y no creen que tenga un aspecto interno profundo, rechazando a su vez toda evidencia que lo demuestre. Quienes sostienen las prácticas externas solamente son en su casi totalidad hipócritas, salvo que presenten una gran incapacidad para percibir el significado de las tradiciones.

Como contrapartida, lo que solamente se limitan al aspecto interno, rechazando las formas exteriores, son "exagerado", "esoterístas" (no verdaderos esotéricos). Ambos grupos están en el error.

La esencia de la tradición

¿ Qué cualidades debe tener el significado para ser considerados como "la esencia de la tradición"? En primer lugar debe ser un conocimiento universal, abierto, no exclusivista. "Universal" significa que se dirige a lo más amplio y abarcante, sin detenerse en lo individual o particular. "Abierto" quiere decir que dicho significado nunca se considera acabado, definitivo, ni se presenta a sí mismo como que se ha agotado en una definición. Excepto que no será "abierto" como el conocimiento científico actual, el que se considera verdadero mientras no se demuestre lo contrario, pues este conocimiento parte de la duda, y el conocimiento tradicional auténtico parte de la convicción. La duda subsiste aún cuando se haya logrado una demostración, pues es posible que nuevas experiencias varíen fundamentalmente lo demostrado; la convicción nos asegura de que el conocimiento logrado es verdadero, y que nunca se modificará, aunque puede ser profundizado. Profundizar no equivale a un nuevo conocimiento que anule el anterior, sino que es lograr un nivel de claridad mayor que confirma lo que ya conocíamos. Es como un área iluminada que va ampliándose y precisándose cada vez más, sin desmentir lo que anteriormente veíamos en el área más pequeña.

Otra condición es que el significado no esté al servicio de nadie sea una persona, un ancestro, un pueblo, una raza o nación, una familia, una era histórica, un símbolo, etc., es decir al servicio de algo relativo espacial y temporal. En consecuencia, que no se haga de ese conocimiento una posesión de alguien en particular, o de un grupo, o de una organización.

Es, además, un conocimiento cualitativo, que transforma a quienes lo posee. Es íntimo, personal, y en algunos aspectos, secreto.

Respecto de esto último, suelen los "esoteristas" alardear del "conocimiento secreto" con una ignorancia increíble. Ni lo poseen, ni se están preparando para poseerlo, ni frecuentemente tiene las mínimas condiciones intelectuales o morales para alcanzarlo. Se imaginan que es secreto como una fórmula química cuyo poseedor no la transmite por razones que ni ellos mismos pueden explicar con claridad. Todo esto es fantasía y verdadera ignorancia de los conocimientos secretos. El "esoterista" tiene el prurito de considerarse a sí mismo elegido para poseer dichos conocimientos secretos, y sobre tal base se sustentan sus fantasías.

El secreto

El conocimiento interior, esencia de las tradiciones, es antes que nada íntimo y personal, aunque no todo conocimiento interior es secreto, sino sólo algunos muy específicos. En principio, es necesario que dicho conocimiento sea compartido y transmitido dentro de la comunidad que lo anhela, lo contrario a esto corrompe al mismo conocimiento. El conocimiento interior que no se comunica y del cual nadie se beneficia, ni aún el que lo posee, es un conocimiento inútil, y ha sido descartado por lo maestros espirituales de todas las épocas. En segundo lugar, el conocimiento profundo por sí mismo rechaza a quienes no son dignos de él, pues no lo pueden comprender y pasan junto a él sin apreciarlo. En tercer lugar, todo conocimiento interior verdadero tendrá ciertos ropajes que sólo podrán reconocer los que son dignos de poseerlo, y esos mismos ropajes lo ocultarán de los ignorantes.

Una cuestión especial es la que plantea nuestra época, singularmente inepta, no sólo para conocer algo profundo, sino apenas para reconocer su ropaje externo. Pasa junto al conocimiento secreto como pasa el ganado, y aunque se le señale con el dedo donde buscarlo creerá que es pura superchería. Esta época oculta por sí misma el conocimiento secreto.

Por otra parte, lejos están los "esoteristas" de poder percibir el conocimiento secreto, al que se imaginan dentro de una nebulosa. Secreto es, antes que nada, lo que se contempla en virtud del grado espiritual alcanzado, es decir de la iniciación real. Secreto es el grado de iniciación. Secreto son los conocimientos derivados del tal grado, en tanto y en cuanto estos conocimientos no puedan ser soportados por todos los seres sin distinción. Y nada más. En el nivel humano solo estas cosas son secretas, y todas las demás dependen de la aptitud del que las procura: Si posee la aptitud necesaria podrá captar tal conocimiento, y sabrá apreciarlo y resguardarlo de los ignorantes; si no la posee permanecerá ignorante y podrá pasar junto al conocimiento secreto sin darse cuenta de él.

Para que los "esoteristas" no crean que tienen las condiciones suficientes para distinguir quienes son capaces de conocer "lo secreto" quienes no lo son, debemos decir que nadie podrá guardar el secreto sino solamente aquellos que lo conocen, es decir que han llegado a un grado espiritual de iniciación. Y los "esoteristas" están lejos de ser iniciados.

Por último, deseo distinguir entre lo esotérico y el "esoterismo" Esotérico es todo lo secreto, tal cual lo hemos definido nosotros. En tal sentido, son esotéricos u ocultos los Conocimientos divinos, no comunicados a los hombres. Dios es Oculto tanto como Manifiesto, y su Conocimiento es del mismo tipo, tanto oculto como revelado. Cuando el "esoterista" se ilusiona con el secreto, imagina que existen ciertas definiciones, frases de poder mágico, ni aún en conceptos racionales muy elaborados. Es un estado de apertura del alma que recibe esos conocimientos en forma continúa desde un nivel superior. Son verdaderas revelaciones personales, y cuando el amigo de Dios es iniciado, hasta sus sueños son revelaciones.

El ciclo de cada tradición

Ya hemos dicho que las tradiciones no son eternas, que surgen, cumplen su función y desaparecen, porque cada una está destinada a satisfacer ciertas necesidades humanas, según la época, la cultura y la idiosincrasia de la gente. Eso no se contradice con el hecho de que su esencia sea universal y eterna, aunque su aspecto exterior esté acomodado a las condiciones del mundo. Deseamos, sin embargo, realizar ciertas precisiones respecto de estas últimas condiciones.

En primer lugar, debemos destacar la importancia que tiene, más que la cultura y la raza o pueblo, el tiempo en que surge una tradición. No se trata de nada "temporal" tal como lo concebimos hoy, sino del tiempo cualitativo. El hombre actual está acostumbrado a considerar el tiempo como una línea de puntos, todos idénticos e indiferentes a las cualidades. Esto no es verdad, lo más maravilloso de la existencia es la variación cualitativa del tiempo, en el cual se manifiesta realidades sutiles que sólo los iniciados perciben.

Todas las tradiciones sagradas han hablado del "cambio de los tiempos" no en un sentido cuantitativo sino cualitativo. "Lo antiguo" es vinculado por ellas con el Origen, y por lo tanto con el predominio de un estado superior de cosas. No me refiero a "lo antiguo" como se lo entiende actualmente, es decir como una "época superada" por la época actual, como si se tratara de una competencia deportiva. Lo antiguo es aquello que manifiesta en forma más diáfana las cualidades del Origen, y por ello sería absurdo que la existencia hubiese comenzado por un punto bajo, animal, sino más bien por el punto más alto (2).

"Lo actual" corresponde por lo general a una situación degradada, porque el sentido del tiempo es ir de lo superior hacia lo inferior, y no al revés como supone el hombre actual. La degradación se simboliza como una mayor oscuridad, y en la ciencia espiritual el tempo en general es análogo a un día: amanecer, mañana, mediodía, declinación, tarde, ocaso, noche.

En consecuencia, el tiempo verdadero manifiesta aspectos de la Realidad divina, tal como El quiere manifestarse encada época. Desde el punto de vista del hombre, el tiempo es un continuo cambio, desde la Realidad divina, que no cambia, es sólo un reflejo Suyo en el universo. Dijo el más sabio de los maestros: "no insultes al acontecer (o al tiempo) porque, por cierto, el tempo es Dios".

Lo paradójico es que El, que no cambia, manifieste el cambio, es decir que el Principio absoluto parezca "variable" para el hombre. Esto se debe a que siendo El infinito y el hombre un ser finito, limitado en sus posibilidades, solamente es el hombre quien percibe el cambio, aunque éste último en realidad no exista. Le preguntaron al más sabio de los maestros, "¿Cómo era (o estaba) Dios antes de la Creación?", y respondió "El estaba solo" (es decir, El no ha cambiado de situación en absoluto, o más bien, el cambio es una apariencia). Todas las tradiciones han enseñado que el mundo es una apariencia, que no constituye ninguna realidad por sí mismo.

Por lo tanto, el ciclo que cumple cada tradición no es algo temporal, cuantitativo, aparente, sino algo metafísico y real. Se trata de la manifestación de una Potencia o Atributo divino, con más predominancia que el resto de las Potencias o Atributos que nosotros podemos conocer. Para dar un ejemplo, el fenómeno de refracción de la luz produce ciertas ilusiones ópticas, como por ejemplo la coloración que toma el sol a la media tarde o al ocaso, cuando amarillea hasta llegar al rojo. Sin embargo, no es el sol el que cambia de color, sino que es el ojo el que percibe esto debido a la distorsión de la atmósfera. Asimismo, no es El quien cambia, sino que permanece en Sí Mismo sin variación alguna, es el hombre quien percibe el cambio, cuando puede ver, como una "coloración" del tiempo, de acuerdo a las limitaciones del mundo, que obra como la atmósfera distorsionando la luz. Y así como al mediodía no existe distorsión alguna, así la época en general tiene un momento de manifestación de su máximo esplendor y máxima pureza, y en ella aparece la tradición más abarcante y permanente.

En síntesis, el Atributo o la Potencia divinos que se manifiestan y cualifican a una época es algo real, no aparente, como es real la luz que emana del sol. Luego, en su conjunción con el mundo, "colorea" al tiempo de un modo característico, y es a esto que llamamos propiamente "época" o "era". La cualidad del tiempo solamente es perceptible por los iniciados, como el color de la difracción de la luz sólo se hace perceptible al vidente, no al ciego, ni al desatento. Así como la luz no deja de ser luz a pesar de la coloración que toma en determinados momentos, El no deja de ser El, aunque aparezca bajo una coloración que no le corresponde en realidad, y es sólo Su Voluntad la que determina en todo momento qué "coloración del tiempo", es decir qué era, manifestara. Sin embargo, no hay cambios en El, pero sí aparecen cambios en el tiempo.

La Cultura e idiosincrasia

La tradición verdadera es siempre universal, no racial ni discriminatoria. Sin embargo, a cada lugar y tipo racial o cultural se adecua mejor una comprensión particular de las verdades tradicionales, e inclusive cada idioma contiene ciertas particularidades propias para expresar esas verdades, que una vez así expresadas, dan la impresión de ser muy diferentes entre sí, cuando en realidad son en el fondo las mismas.

Es por esto que cuando una tradición se presenta a sí misma solamente como "nacional" o "racial", es sin duda una tradición corrupta, puesto que en ella el elemento "cultural" o de la idiosincrasia ha predominado sobre el elemento universal de la tradición. Esto se produce por el natural deterioro de todas las cosas humanas, las cuales a partir de un origen puro y elevado son manipuladas por los hombres a favor de las tendencias inferiores.

Otro aspecto del asunto es que también, como ya hemos visto, la tradición tiene su propio desarrollo, y llega a la plenitud en su mediodía. Ni aún comparando las tradiciones "nacionales" o "culturales" entre sí, como el cristianismo, el judaísmo, el hinduismo, el budismo, etc., de modo que de la comparación surja lo que cada cual contiene como "verdadera tradicional pura", podremos en realidad tener una imagen de la tradición en sí misma, sin los "aditamentos" que la hacen más adecuadas a un tiempo y a un lugar determinados. Esto se debe a que dichos "aditamentos" son necesarios, no secundarios, y que por algo se ha manifestado la tradición revestida con ellos. Solamente buscando su mediodía, la plenitud de su manifestación, podemos conocer una versión de la tradición lo más fiel posible a sí misma, lo más pura, universal y abierta.

Una tradición particular, de un lugar y de un pueblo determinados, es por cierto una manifestación divina particular, es decir, una adecuación de la Verdad a ese tiempo y a ese lugar, tal que sea comprendida por ciertos hombres. Sin embargo, contiene en sí y se descubren en ella verdades universales, que rompen los estrechos límites del tiempo y del lugar, y van más allá aún de la compresión particular de una gente. A esto es a lo que llamamos propiamente "tradición", mientras que la adecuación respectiva espacio-temporal es un trasunto, verdadero o corrupto, de la tradición en sí misma.

A pesar de ello, es imposible que la tradición en sí misma se revele tal cual es, porque sería incomprensible a los seres humanos, por lo cual aquella adecuación es necesaria, no secundaria. Y si nosotros queremos llegar a la médula de una tradición particular cualquiera, no podremos menos que adoptar sus modos exteriores, sus revestimientos, su idioma y sus claves de comprensión, pues no existe otro camino. Lo universal se revela dentro de lo particular, así como la Divinidad se manifiesta sólo a través de las cosas, no en Sí misma.

Por otra parte, la tradición cumple un desarrollo de su manifestación que no está sometido a ninguna adecuación externa de tiempo o de lugar. Es equivocado pensar que la tradición permanece inmutable a través de todos los tiempos, ya que en realidad, como las fases de la luna, crece, se plenifica y se oculta. El hecho mismo de cumplir con un ciclo temporal nos obliga a reconocer que la tradición aparece entre los hombres en diversas fases, y que además se adecua en cada faz a las condiciones particulares de los seres humanos. Es decir, se produce un doble acondicionamiento: el propio de la tradición y el propio del lugar y del tiempo en que se manifiesta. A esto ya nos hemos referido aludiendo a los momentos del día, sobreentendiendo que en el ejemplo siempre tenemos en cuenta la relación de la tradición con el ser humano. Si quisiéramos imaginarla a ella en sí misma, fuera de toda relación con los seres humanos, deberíamos reconocer que no varía, como la luna nunca deja de estar plenamente iluminada por una de sus caras a pesar de que nosotros no la podamos ver. Pero esta imagen de la tradición es ideal, no concreta; y es imposible de hecho que ella tenga algún sentido con exclusión de los seres humanos, a los cuales beneficia.

Paralelamente a la manifestación de la tradición aparecen ciertos seres que son como la personificación de esa Verdad, su ejemplo vivo. Ello no contienen la Verdad en su totalidad, al igual que la tradición no es "toda" la Verdad en sí misma. Sin embargo, son superiores a sus contemporáneos y pueden captar un grado de pureza y universalidad de la tradición que sus contemporáneos no alcanzan. En esto consiste su sabiduría. La jerarquía de estos maestros es paralela a la manifestación creciente de la tradición, y llega a su plenitud con el mediodía de la tradición. En dicho momento, el maestro resulta ser la culminación o síntesis del resto de los que lo han precedido, es el maestro máximo, así como se encuentra en la plenitud de la iluminación.

Nuestra época

Cada época considera que lo que le ha antecedido ha sido una preparación para su momento, como sucede con el día. Y es correcto pensar que el período de mayor iluminación es el presente, al menos mientras no decline el día. Sin embargo, nuestra época es de declinación no de crecimiento. Estará de más para ella considerarse a sí misma como la culminación de algo espiritual, sino que, por el contrario, como ella misma lo sabe, representa un momento de creciente oscuridad.

Paralelamente, lo que aparece con toda evidencia es el desarrollo de lo material, que equivale a la oscuridad precisamente. Esto nos obliga a buscar en el pasado el momento de mayor iluminación, tal como es posible ubicar el mediodía cuando ya ha transcurrido. La época actual tiene una aspecto negativo, representado por la creciente oscuridad, y un aspecto positivo, como es el de que ya se ha manifestado el mediodía y el máximo maestro. Esto implica que podemos conocer la tradición en su máxima pureza, universalidad y apertura.

Notas

"Apertura" significa entre los sufis el grado de iniciación a que se ha llegado en el camino espiritual.

Es verdad que los maestro de la humanidad también citan ejemplo de la maldad de los que existieron antes que ellos, pero no se refieren a "lo antiguo" realmente, sino a tiempos inmediatamente anteriores a su época.

 

Tercera Parte

La intención es la raíz de todo logro

Todos percibimos, más o menos claramente, que necesitamos desarrollarnos espiritualmente y alcanzar así nuestra completitud como seres humanos. Si llegáramos a convencernos de esta necesidad, y llegáramos a anhelar verla satisfecha, entonces nuestro viaje espiritual sería muy fácil. En este sentido hay que tener en claro qué importancia tiene la purificación de la intención, la cual constituye el trasfondo de todos nuestros actos, la raíz desde la cual todos ellos brotan. La purificación de la intención es el principal motivo para que surja en nosotros la necesidad del desarrollo espiritual. Podríamos decir que todo el desarrollo espiritual está dirigido a ese solo logro.

¿Qué es la intención?. Es un estado de conciencia o de conocimiento, anterior al acto que vamos a realizar, o al dicho que vamos a proferir. El mejor ejemplo al respecto es el de la raíz de un árbol; la raíz es el origen del árbol, sin la cual es imposible que éste exista. Del mimo modo, sin la intención es imposible que nuestra acción y nuestro dicho existan y se concreten. Por otra parte, si la raíz no es fuerte y potente, y no se desarrolla en forma plena y saludable, será imposible que el árbol llegue a crecer. También la intención es similar a una raíz, si no es fuerte, y no posee potencia, no podrá concretar nada en absoluto, y si la intención se asocia a cosas inferiores que las que debe lograr, semejará a una raíz enferma, cuyo fruto, de poder existir, será un fracaso.

Otro aspecto de la intención es que no surge como un acto de la voluntad, es decir no es optativa como el comer o el irse a dormir; es, antes que nada, un acto intelectual, como una idea o una intuición. La experimentamos en nosotros existiendo sin que hayamos hecho ningún esfuerzo para producirla. De este modo la intención pura es como el centro del ser humano, pues siendo la raíz o la fuente de todos nuestro actos y pensamientos se parece a un centro emisor de energía que alimenta todas las actividades del hombre.

Sin embargo, a pesar de que la intención no es voluntaria, necesitamos mantenerla pura por un esfuerzo de la voluntad, como mantenemos una raíz viva y potente con nuestro cuidados. Antes que nada debemos saber que toda intención es pura en su centro, y que toda primera intención es siempre pura (por coincidir con ese punto de "emisión" de las intenciones que es el núcleo de nuestro ser) pero al ser "emitidas", cada intención puede mantenerse tal cual era al principio, o asociarse a algo inferior a ella. Por ejemplo, si imaginamos un rayo de luz en su centro de emisión o foco, observaremos que allí tendrá la mayor potencia y la mayor "pureza", en el sentido de que no sufrirá ni asomo de oscuridad. Por el contrario, a medida que el rayo de luz se va alejando del foco, va "mezclándose" con algunas sombras, y a la vez se va debilitando. La diferencia es que la intención "emitida" desde su centro no es una sustancia como la luz material, sino una cosa espiritual que no se debilita por sí misma, por lo cual, de permanecer invariable, siempre será pura y fuerte. Puede esa intención, sin embargo, como un haz de luz, asociarse a ciertas oscuridades y sólo así debilitarse, y aún tornarse en lo contrario de lo que era en su origen.

La purificación de la intención

¿Cómo es posible mantener pura nuestra intención?. En primer lugar, debemos realizar un esfuerzo de la voluntad, alejar de ella toda "segunda intención" –como se la conoce-, que consiste en asociar a la intención pura una cosa inferior a ella y que la degrada. Este esfuerzo de la voluntad (dirigido a mantener puros el pensamiento, el dicho y los actos que realizamos) adopta dos niveles u operaciones, uno interno, por el cual rechazamos con firmeza y con fuerza toda segunda intención, no acostumbrándonos a pensar las cosas de ese modo. En segundo lugar, viene una operación interna, de limpieza de nuestra conducta oral y práctica, por lo cual evitaremos caer en malas intenciones, sea de palabra, sea de hecho, como por ejemplo las "malas palabras" en nuestro lenguaje diario, el insulto, la difamación, las habladurías, el motejar a otros, el burlarse de ellos, etc. Dicha conducta oral del ser humano es más importante, en principio, que su conducta práctica, es decir que sus actos. En este primer paso para evitar caer en pensamientos o de palabra en la corrupción de la intención pura, el modelo máximo de la mala intención oral es la mala opinión que tenemos de la Divinidad.

En segundo lugar, evitaremos acciones que sean nocivas para otros, como mentir, engañar, estafar, seducir de hecho o de palabra, inducir a la maldad, enseñar las malas acciones, ejercer la violencia, oprimir al prójimo quitándole sus derechos o sus bienes. En este segundo aspecto, el esfuerzo por mantener la buena conducta para que nuestra intención no sea contaminada por la corrupción, se centra en evitar la mala acción, principal que es la mentira, que representa el modelo máximo de la mala intención práctica.

Un capítulo aparte merecerían las malas acciones que provienen de los deseos excesivos, como la pasión por la comida, por las riquezas , por el buen nombre, la ostentación de conocimientos , las satisfacciones sexuales aberrantes, y otras apetencias materiales desmedidas de todo tipo.

Hemos dicho que la mala intención consiste en asocial la intención pura, que sale del corazón, a fines inferiores, pero debemos saber que la intención pura la poseen en un principio todas las personas, en el origen de cualquiera de sus actos, es como la energía que ilumina la acción y el dicho de los seres humanos desde el centro del corazón. Pero luego, al pasar al mundo, es posible que la intención pura se confunda con cosas extrañas a ella, y se transformé en "mala intención", aunque nunca lo fuera en su origen (Esta expresión "haceos como niños" no equivale a anular el conocimiento, la meditación y la madurez del hombre, sino que significa recuperar el estado original de ingenuidad, en el nivel en que el hombre desarrolla sus conocimientos y su experiencia. Por otro lado, "ingenuo" no significa "tonto" como hoy en día suponemos, sino "puro", espontáneo. Equivale a recuperar la claridad y la intuición primeras, por las cuales nada nos podrá engañar.). La intención es pura originalmente en todos los hombres, pero luego se confunde con cosas subalternas, y normalmente cuanto más edad tenga una persona más fácil sea que su intención se corrompa. Este es el sentido de las palabras de Muhammad "quien llega a los cuarenta sin que sus obras buenas superen a las malas, ¡que se prepare para el Fuego (del infierno)."

Podríamos seguir explicando algunos aspectos más de la intención, pero para el fin que nos proponemos en este escrito es suficiente con lo dicho.

El tipo de alimento

La purificación de la intención es el centro del trabajo espiritual, pero requiere de diversas precauciones. En primer término, cada ser humano tiene una forma diferente de vincularse con la Verdad. Este es el aspecto psicológico de la persona, que no debe ser despreciado. También , cada uno pertenece a una tradición diferente, sea que adhiera realmente a ella, sea que se haya desapegado por diversas causas que más adelante mencionaremos. Hay pues, un acondicionamiento personal y otro cultural.

Por otra parte, cada cual tiene su propia capacidad intelectual. En este sentido habrá grados de compresión y de realización espiritual, pues cuando mayor sea la capacidad intelectual mayor será l apertura espiritual, el logro y el grado. En definitiva, todo se reduce a dicho aspecto del ser humano, que constituye su esencia, el cual si existiese en un grado menor al indispensable todo trabajo espiritual resultaría ilusorio.

Sin embargo, este aspecto intelectual tan importante tiene sus propias falencias. Una de ellas es que no se libera con facilidad de las ataduras de origen psíquico, emocional. Otra es que se ve limitado por la ignorancia, que obra como un a verdadera enfermedad, similar a la enfermedad corporal.

Ya no hemos referido a la relación intelecto-emotividad en un punto anterior, ahora sólo deseamos aludir al "combate espiritual", en términos generales, sin entrar en detalles. Es imposible cumplir la tarea espiritual, la purificación de la intención, sin un verdadero combate espiritual que plantee las cosas como en una batalla: enemigo, técnicas, tácticas, objetivos, estrategia. El enemigo fundamentalmente son las dos falencias que atacan al intelecto, sus ataduras psíquicas y su ignorancia. Las técnicas y las tácticas espirituales de combate han sido formuladas por la tradición consecuente y continúa de los maestros espirituales, en especial del Tasauuf. Al respecto, se deberá obedecer a un maestro espiritual presente y vivo, nunca a un maestro ausente o muerto (Es una norma dentro del Tasauuf o "sufismo", que la persona sólo siga a un maestro vivo, al cual pueda tener acceso, un maestro al que comprenda en su lengua, y conozca los problemas que se relacionan con la época (en el sentido cualitativo del término). No se podrá seguir a un libro escrito por un sufi, porque no reúne las condiciones expuestas. Sin embargo, podrán leerse libros de ese tipo, y ampliar el conocimiento que ellos expresan con la consulta al maestro.). El objetivo máximo del combate es pasar del "alma concupiscente" al "alma pacificada". La estrategia general es mantener la paz, es decir lograr la felicidad.

Hemos aludido a dos falencias distintas que atacan al ser humano, una de origen psíquico, las ataduras emocionales, y otra de origen intelectual más preciso, la ignorancia. En todo fondo ambas actúan al unísono en contra del desarrollo espiritual del ser, sin embargo, son bien diferentes. De hecho, las ataduras psíquicas o emocionales son más fuertes, y la ignorancia más débil, aunque su importancia es mayor para el desarrollo espiritual. El asunto es similar a lo que sucede con una mancha penetrante que resulta muy tenaz a ser limpiada, es preferible, en última instancia, cambiar de traje. Así son las emociones, "marcas psíquicas" que impregna el ser y lo sujetan aunque no tenga ningún fundamento para subsistir, solo que no podemos quitarlas. En cambio, la ignorancia es parecida al cambio de traje, si alguien no posee uno lo suficientemente bueno, podrá mediante su esfuerzo cambiarlo, y así como con el cambio de traje se va la mancha, así es que la superación de la ignorancia produce la desaparición de las falsas emociones, de los prejuicios. Por ello la superación de la ignorancia es más importante que la existencia de las ataduras psíquicas o emociones, aunque éstas sean más tenaces y fuertes.

Por último, si deseamos acertar en el tipo de alimento deberemos renunciar a nuestra mera elección y deseo. ¿Quién nos asegura que lo que elegimos no sea producto de "la mancha" y no del intelecto?, ¿Quién nos puede asegurar que no sean nuestros prejuicios los que determinan la elección, nuestra ignorancia, nuestras emociones, cuando necesitamos de la mayor claridad y precisión?. El asunto es vital, enormemente importante, es nuestro destino espiritual el que esta en juego. Las oportunidades son escasas; el tiempo que dura cada apertura del corazón hacia la Verdad, lo cual es verdaderamente excepcional en nuestras vidas, es exiguo, rápido; nuestra preparación es mínima. ¿Qué haremos entonces?. En primer lugar, sólo confiaremos en lo que conocemos, nunca en nuestras emociones; segundo, si somos realmente sinceros y tenemos una intención fuerte, habrá una intuición que nos confirme la correcta elección; tercero, debemos confiar en un maestro probado, cuyos discípulos sean el fiel reflejo de lo que nosotros deseamos (al respecto revisar lo afirmado en Págs. 11-12).

La clave de la cuestión es en principio el maestro, él es quien sabrá mejor que nosotros el tipo de alimento espiritual que mejor nos corresponde. El verdadero maestro sólo admite al verdadero discípulo, y el resto de la gente no le interesa. El asunto es como el del amor, uno desea amar y ser amado, pero no conoce todavía a quien amar ni es conocido por su amado. Cuándo se realiza el encuentro se percibe la afinidad o el rechazo, y a partir de allí crecerán el conocimiento y el amor mutuos. En última instancia, el anhelo de amor como el de conocimiento es anhelo de lo divino, y si alguien es sincero no hay causa alguna para que la Efusión Generosa de la Divinidad lo desvíe, y sería absurdo que caiga en el error.

La obediencia al maestro y el amor a él son el seguro del éxito. Ambas cosas comienzan por la confianza, que es signo de la sinceridad. Quien proceda con hipocresía que se aleje de este camino, porque su búsqueda redundara en su desgracia, y el maestro será el conducto del castigo en lugar de ser el conducto de la felicidad.

En base a la obediencia, se aceptará el tipo de alimento que el mismo maestro nos suministrará, como el recién nacido acepta el alimento de su madre. No habrá entonces lugar para cuestionar el alimento, ni motivo de que perturbarse.

El Lugar

El lugar donde se recibirá el alimento adquiere vital importancia. Por "lugar" aludimos a la comunidad y al modo de vida que es necesario adoptar. Así como todos deseamos la mejor comida y para ello nos empeñamos en reconocer el mejor lugar de nuestra alimentación, así como no desearíamos un chiquero o no desearíamos un chiquero o no desearíamos un lugar de violencia para alimentarnos, del mismo modo debemos ser prudentes acerca de dos cosas, la comunidad y el modo de vida que en ella impera. Todos deseamos alimentarnos en un lugar confiable, limpio, sano deseamos comer por lo general en nuestra casa con nuestros íntimos, deseamos, por último, la comida del Paraíso en medio de su exuberante belleza. ¡Qué importancia adquiere este asunto!.

El maestro estará definido por su conocimiento, su sabiduría, su ética; la comunidad por su modo de vida. A ambos debemos poder atribuirles la bondad, al maestro por lo suyo, a la comunidad por su comportamiento.

Pero debemos también poder reconocer una comunidad. Por lo general en nuestra época ésta también suele ser falsa, y así como hay falsarios que pretenden ser "maestros" hay seres que se mimetizan para simular una comunidad, sen serlo. Reconocemos a la comunidad por su modo de vida, y este deberá ser el más adecuado y apto a lo que se pretende llegar. ¿Se pretende la sabiduría, la purificación, la felicidad ?, pues bien, nada más claro para nosotros que le modo de vida que hacia ello conduce.... ¿Será un modo vida artificial, infiltrado de vanidad, vendido a los poderes del dinero, la competencia y la envidia, del odio... ? ¿Será un modo de vida o conducta que necesita de las drogas para alcanzar la lucidez ? ¿Será una conducta una conducta negligente, sin esfuerzo, sin empeño en meditar, estudiar y dialogar sobre lo superior?. ¿Será una conducta sexual desviada, o transgresora, o lujuriosa? Como vemos, la cosa es evidente, y no se le escapa más que a los fantasiosos.

La simbiosis que debe existir en la verdadera comunidad entre ella y el maestro es otra clave. Donde no hay identificación y coincidencia entre ambos no existe comunidad. Donde no se respeta y obedece al maestro no existe comunidad. Donde se compite en su contra tampoco existe. El maestro está en el lugar de los Profetas, y nosotros en el lugar de sus discípulos ; si deseamos recibir algo de él debemos amarlo y respetar su criterio, de lo contrario debemos reconocer ante él nuestro estado maligno, y él nos dará los mejores consejos la respecto. Quien no respeta a su maestro no respeta la Señor, quien no lo obedece no obedece a El. De su boca nosotros debemos esperar la Palabra divina, así como sucedía con los Profetas. El sabrá conducirnos hacia la felicidad mediante el mejor alimento.

A su vez, la comunidad equivale a la humanidad, ella será buena en la medida de su conducta, y se corromperá por la misma causa. Deberemos observar en ella los mejores ejemplos, dirigir la vista hacia los principales, no hacia los bisoños o los débiles. Sin comunidad no hay enseñanza, sin ella no hay Misericordia, como ha dicho el máximo maestro. La Mano del Señor está con ella, y fuera de ella hay desvió y hay castigo.

La asimilación

Si para el desarrollo espiritual son imprescindible la comunidad y el maestro, deberemos además tener ciertas precauciones respecto de la "asimilación" del alimento espiritual. En primer lugar, no desesperar por lograr resultados inmediatos. Segundo, renunciar a hacer aquello que todavía no nos haya sido permitido, aunque lo hagan otros con menos experiencia que nosotros. Tercero, y muy importante, alimentarse regularmente, es decir ser perseverantes y constantes en la asistencia a la comunidad y en las practicas comunitarias e individuales, pues quien no se alimenta regularmente nada tiene que asimilar, y el resultado sea su inanición y su segura muerte espiritual. Cuarto, no confiar en intermediarios no-vivientes, como los libros, aunque sea nutritivo, no es como un alimento natural, y aún puede llegar a causar la muerte. Quinto, no desconfiar del maestro en todo aquello que él crea necesario para nuestra alimentación; esforzarse en tomarla, aún contra nuestro disgusto, ¡ Cuantos han quedado exánimes por no obedecer lo que les recomendaba quien mejor conocía. No atosigarse, ser paciente en la alimentación recomendada, no exagerar. Se la tomará en la medida adecuada, según lo que se nos haya indicado, y si el maestro nos vedara alimentarnos del algo que asta entonces nos era habitual, deberemos obedecerlo. Muchos han muerto también de voracidad, de angurria.

El medio social

Otro de los problemas del desarrollo espiritual, muy agudo, es el del medio social en el que hemos nacido y nos hemos criado. Es una de las mayores dificultades en el camino, y tiene que ver especialmente con la comunidad, el maestro y la alimentación espiritual.

La "sociedad" es un espeso velo delante de la luz del Conocimiento. Quien pueda atravesarlo recién entonces estará en el camino del desarrollo espiritual, en el camino de la Realidad. La "sociedad" es, en primer lugar, la propia familia, luego los amigos. Este nexo es mencionado por el maestro máximo del siguiente modo: "Todo recién nacido nace en la esencia primordial, son sus padres (es decir la sociedad) quienes lo hacen judío, cristiano o mazdeo", lo cual significa quienes lo desvían de su esencia primordial, porque cualquier religión es parte de una estructura social, y por lo tanto veladora.

La sociedad está constituida por las "instituciones", en el sentido anti-espiritual que tiene toda institución, sea política o religiosa. Es la "tradición de los padres", en el sentido distorsionado de la Verdad que toda "tradición" vaciada de la médula significativa tiene para los seres humanos. La Sociedad es en tal sentido una farsa de la realidad, no la Realidad verdadera.

Esto que acabamos de afirmar no significa que nosotros detestemos la sociedad humana, que no la creamos conveniente, y que por el contrario deseemos su destrucción y reemplazo por la vida silvestre ¡No. Deseamos señalar que el peligro principal está encerrado en el modo de vida de la sociedad humana, normalmente un modo de vida corrupto. En este medio, en base a esta conducta, es imposible lograr el desarrollo espiritual.

Se impone la conciencia crítica de la sociedad, no su destrucción, sino la advertencia acerca de ella, el estar prevenido y atento, el no aceptarla en forma espontánea y complaciente. Si no surge esta conciencia crítica en el inicio del camino, surgirá de verdad la fuerza suficiente para el desarrollo espiritual, y de aparecer excepcionalmente esa fuerza sea sofocada por la sociedad circundante.

Debemos distinguirnos de la sociedad por nuestra conducta, si adoptamos sus usos y costumbres seremos asimilados por ella y nuestro fracaso espiritual estará asegurado. Cualquier grupo humano, como una comunidad espiritual, o un grupo de trabajo, o la misma sociedad, se distingue por su modo de vida. El modo de vida puede ser elevado o bajo, y puede estar corrupto cuando en él no predominan las ideas de bien, la justicia, la solidaridad, el amor entre los hombres. Un modo de vida corrupto es opresor, y cualquier revestimiento con que quiera engañarnos nos será fácil reconocerlo. Deberemos preguntarnos ¿existe un nivel de justicia verdadera?, ¿predomina el bien común, la solidaridad social, la lealtad entre los hombres?, ¿se busca la verdad, se lucha por la justicia?. Si la sociedad no puede satisface algunos aspectos pero no todos, sepamos que su modo de vida está viciado, y que nada bueno podrá darnos en procura de nuestra felicidad.

Hay formas de mimetización de la sociedad corrupta que logran engañar a los mejores, por ejemplo la forma "democrática". Hay inclusive periodos de su existencia que resultan sumamente ambiguos, y pueden parecernos gloriosos y como la máxima expresión del bien, como los periodos "revolucionarios" o de "cambios profundos". Hay ideologías y lideres que ambicionan insuflar en nosotros la seguridad de que representan el sumo bien, y pueden desviarnos de la Verdad, aun a0provechando nuestros mejores sentimientos. En realidad, todo ello es vano, engañoso, inconsistente; es el resultado de las mejores mimetizaciones de la sociedad corrupta, que quiere atraernos hacia sí desviándonos de la Verdad.

¿Cómo podremos identificarlo? En primer lugar, deberemos estar firmes en que no existe posibilidad de bien ni de justicia verdaderos, duraderos, de no estar asentadas en una idea trascendente, sagrada. Quien no reconoce gobierno divino es imposible que nos haga justicia o bien. En segundo término, por lo general los impostores tienen un modo de vida personal sumamente corrupto, pero se presentan ante los ojos del público como salvadores. Tercero, por lo general se produce meramente un cambio de guardia en la opresión, bajo el lema de los "cambios profundos", la "revolución", la "democracia", etc. Cuarto, los seguidores de estos movimientos y de estos lideres (la masa) sólo aumenta en ignorancia y en idolatría, en lugar de aumentar en ella el conocimiento, la purificación, la fe verdadera. Si los cambios no se producen para la felicidad humana y nosotros observamos un retroceso del bien, e4notnces debemos concluir que la cuestión es un puro engaño.

Otro aspecto e el de las mismas ideologías en que se sostienen estas formas no espirituales. Son ideologías exclusivamente humanistas, donde las ideas metafísicas no tienen cabida, y resultarían ridículas a sus seguidores. Sin embargo, sin ideas metafísicas y prácticas consecuentes es imposible implantar la justicia y el bien común. La verdadera política es una actividad altamente metafísica, y la farsa política, generalizada hoy en todo el mundo, es una actividad engañosa al servicio de los grupos de poder.

Otro aspecto es el del falso simbolismo de estas tendencias anti-espirituales. Han desacralizado los símbolos y las ideas sagradas, como el juramento, la fidelidad a riesgo de la muerte, el martirio, el sacrificio, los símbolos y la misma divinidad, para aplicarlas a cosas del mundo que no pueden cargar con esas significaciones. La ridiculez de las naciones modernas, su vanidad, su fatuidad, su ignorancia, se evidencia en este "detalle" de sacralizar lo relativo y no trascendente, y se plenifica en la "seriedad" de los "protocolos", las "ceremonias", y los actos de devoción a cosas sin ningún valor verdadero por sí mismas. Es la parodia y la profunda estupidez del militar o del gobernante cuadrado devotamente ante la vanidad.

La corrupción moral, el enriquecimiento ilícito, los actos de injusticia al más débil, la opresión de un sistema de exacciones públicas, etc., son otros tantos aspectos secundarios y derivados, que nos indican cuándo un sistema social es corrupto y no puede servirnos en absoluto para nuestro desarrolló espiritual. ¿No debemos dejarnos engañar encausando nuestro anhelo de bien y justicia hacia una cosa tan baja. Ni aún cuando pretendamos justificarnos pensando que nosotros no participamos de la opresión, sino solamente deseamos apoyar una nueva oportunidad de bien, no sea lícito alentar a los opresores, pues el que los apoya es también opresor, aunque no cometa maldades concretas.

 

Fin

 

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El camino del Corazón hacia la Realidad