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la tradicion abrahamica

Revelación, Sabiduría y culto

La Revelación tiene dos aspectos, uno el "histórico" o cultural; otro el sobrenatural, que corresponde a la Revelación en su pureza, sin relación con nada cultural o temporal (social o material).
El aspecto histórico se presenta como una adecuación de la Revelación a un tiempo, a un lugar, a una idiosincrasia determinados. Es su lado "humano" y variable.
La Revelación, además, tiene una forma pura, propia, invariable, su esencia, cierto Conocimiento (Sabiduría) que se distingue nítidamente del otro aspecto.
El aspecto histórico se presenta sobre todo como una actividad, la cual genera los diversos "cultos" históricos, aunque ello implique también cierto conocimiento, de grado menor que la Sabiduría.

Distinción entre Revelación, religión y culto

En consecuencia, es necesario antes que nada, distinguir entre Revelación, religión y culto.
Revelación es la manifestación de algo oculto o secreto, que otorga sentido a la existencia.
Por religión, en su significado genérico, entendemos la enseñanza fundada en una revelación particular (cristiana, judía, islámica, etc.).
Por último, culto es, en sentido amplio, la actividad dirigida a cuidar, desarrollar y mantener la religión respectiva. Constituye algo eminentemente "histórico" o "humano", en el sentido de que en él predomina la idiosincrasia de un pueblo determinado. En general se confunde erróneamente el culto con la religión, la cual es en realidad más amplia y fundamental que cualquier culto particular.
La Revelación pertenece a la esfera del Conocimiento divino; la religión al modo de vida de un pueblo; y el culto a la actividad de adoración que nos apega a la religión y a su revelación respectiva.
La Revelación es necesariamente universal, la religión es particular, y el culto es algo, en principio, individual. Su existencia depende de la actividad del sujeto, no así la religión (como modo de vida), y menos aún la Revelación como Conocimiento divino. La Revelación le fue dada a todos los hombres, pero a cada pueblo o civilización le fue dada una religión particular. Y por fin, son los individuos, a través del culto, quienes adhieren concretamente a ese modo de vida y al conocimiento revelados que existen dentro de una sociedad humana determinada.
Las relaciones entre la religión y el culto

Cuando el culto se pervierte, corrompe inmediatamente la religión, porque a pesar de ser ésta última más importante que él, el culto tiene más fuerza e influencia que la religión. Por ejemplo, cuando los vínculos comerciales se pervierten, y prevalece la estafa y la mentira, la distribución de riquezas es afectada, y además se corrompe la calidad o se falsifican los productos. Este ejemplo, que podría parecer poco adecuado, es verdaderamente certero, porque la religión constituye en realidad un intercambio de relaciones y vínculos entre los seres, de acuerdo a un modelo sagrado, como lo es el comercio, mientras que el culto sería como una "operación" comercial concreta dentro de ese modelo. Cuando dichas "operaciones" se desvirtúan (como sucede en la adoración de piedras, monumentos, imágenes, personas, profetas, ideas, deseos o sentimientos), entonces el modo de vida general, la religión, se corrompe y pierde su contacto con la Revelación verdadera. Se falsifica la interpretación de la Revelación e inclusive sus fuentes (textos).
El culto puede dejar de existir o debilitarse hasta tal extremo que prácticamente no exista. Por el contrario, la religión, aún en su estado corrupto, no deja nunca de existir, es necesaria como modo de vida. Por ejemplo, es posible que las operaciones comerciales dejen de ser tales para pasar a ser impuestas por el estado, como en el comunismo, o por las circunstancias, como cuando hay escasez, guerra, catástrofe, etc. Pero es imposible que la distribución de productos deje de existir, porque ello significaría la aniquilación de toda existencia humana.
Otros enfoques pueden aclarar aún más la cuestión. En el culto encontramos principalmente la actividad de un individuo temporal y psíquicamente determinado, aunque esto no excluya a la comunidad. En la religión participan muchos individuos, quienes, a partir de una verdad original y fundamental (revelada), han mantenido y expresado de diversos modos dicha revelación. Ella es el legado y la transmisión de la Verdad original a las generaciones posteriores, en forma de doctrina (enseñanza), tradicional y continua (de allí que "religión", "tradición" o "doctrina" significan, en definitiva, lo mismo). Mientras que el sujeto particular, con su propia constitución psíquica y tradicional, mantiene el culto, la cultura, la civilización, la raza, las costumbres, etc., son los agentes de la religión, considerada como el legado tradicional de un pueblo.

El conocimiento interior

Para nosotros ni uno ni otro asunto (culto o religión) coinciden con la idea de la Revelación, como esencia pura y universal que manifiesta la Verdad del Origen. Esta Verdad, sin embargo, esta contenida en parte en la religión y en el culto, atenuada por su adecuación a un tiempo, un lugar y una idiosincrasia determinada (el aspecto histórico o cultural). Dicha adecuación tiene por finalidad el establecimiento de los cultos particulares y en ella fincan también las diferencias religiosas. Estas últimas son exteriores a la Revelación, la cual posee una realidad interior.
El Conocimiento que la Revelación procura es interior y elevado, estando reservado a quienes alcancen cierta condición. Por el contrario, la religión y el culto, en el sentido que hemos mencionado, no requieren ninguna preparación especial, y están abiertos a todos los seres.
Ser y conocer

La Revelación determina, también, grados diversos del Conocimiento (Sabiduría) de la Verdad. Los grados no son de modo alguno algo exterior a la persona que los posee, como en el caso de la religión y el culto, en los cuales se conforma una jerarquía externa (el clero) que posee jerarquías usualmente convencionales. Por el contrario, en la Sabiduría existe una participación real en el Conocimiento divino, que transforma la naturaleza humana, una experiencia espiritual profunda como grado elevado de la "sensibilidad"[1].
El conocimiento sabio determina de modo radical la conducta del que conoce. Barreras tales como las abstracciones conceptuales, la lógica formal, las hipótesis acerca de la "realidad" de ciertos objetos, y, en general, todo conocimiento que aparece "objetivamente" (trasladando al objeto conocido las fantasías del sujeto cognoscente) impiden establecer la identidad entre aquéllas dos realidades del hombre, ser (como aspecto existencial) y conocimiento (como aspecto intelectual). Pero una vez abolidas dichas barreras, la identidad surge de manera natural y lógica. La tensión creada por las tendencias actuales entre ambos polos, ser y conocer, queda así superada en el conocimiento sabio.

La Sabiduría

Estamos ya en condiciones de entender qué es la Sabiduría. Este término no indica meramente el simple conocimiento sino al que proviene de la Revelación. La Sabiduría no tiene ningún objeto particular que conocer, es simplemente el resultado de la interiorización de la Revelación, de su sentido profundo. No equivale a tener una determinada ciencia mundana, o a dedicarse a cierta actividad, o a ser perito o erudito en alguna materia. La Sabiduría está implícita en el Conocimiento que otorga la Revelación, y su único sentido es adentrarse en sus Secretos.
La Revelación presenta una riqueza infinita de realidades. Esto se evidencia en los grados de conocimiento que otorga. La Sabiduría es, por lo tanto, lo que mencionamos al principio como "esencia de la Revelación"[2].

La sabiduría de las religiones

Nos vamos a limitar a las religiones conocidas a través del Antiguo Testamento, los Evangelios y el Sagrado Corán. En ellas encontramos cierta unidad muy clara, y algunas diferencias específicas. La unidad está basada en la continuidad que observamos entre ellas, por ejemplo en los fundamentos que sostienen, tales como la Unidad de Dios"[3] (monoteísmo) y su Presencia real, la Revelación como medio transmisor entre Allah y los hombres, la función de ciertos hombres superiores en dicha transmisión, etc.. Demás está decir que el ámbito geográfico, cultural, social y étnico, en el cual las tres se originaron, es el mismo, pero todo esto para nosotros va a tener una importancia secundaria, debido al punto de vista que adoptaremos.
Veremos, pues, a las religiones monoteístas ("tradición abrahámica") en sus aspectos básicos, sin adentrarnos en las cuestiones históricas, ateniéndonos a cierto esquema. Bajo nombre de cada religión indicamos cierta identidad, que, desde el punto de vista histórico, no es tan evidente:

JUDAÍSMO
Predominio de la Ley

CRISTIANISMO
Predominio de la Devoción

ISLAM
Predominio del Conocimiento



Judaísmo y Cristianismo

El predominio de un aspecto (Ley, Devoción y Conocimiento) no impide que los tres aspectos existan a la vez en cada tradición, pero con prevalencia de alguno de ellos. La Ley tiene como contrapartida la servidumbre del hombre. El siervo sólo está obligado a cumplir con la Ley. La obediencia tiene como contrapartida recibir lo prometido o pactado. Este es en general el sentido que impera en el judaísmo.
El judaísmo, como el Islam, se organiza como pueblo, comunidad política, social, religiosa y cultural. No crea simplemente una sobre estructura sacerdotal, eclesiástica, porque la sinagoga no tiene el mismo significado que la iglesia. En el judaísmo el sacerdote no tiene los atributos de intercesión que el cristianismo le otorga. Jesús, según la eucaristía actúa a través del sacerdote. Los atributos sacramentales del sacerdote son delegación de los de la divinidad. La iglesia es un "cuerpo mítico" y cada miembro se debe considerar como parte de dicho "cuerpo".
Esto está en contradicción con la idea de religión que se desarrolló en toda la tradición abrahámica, hasta el Islam. Esta idea es la de la comunidad sagrada, toda la comunidad, en el sentido de que posee un modo de vida (religión), y cierta función respecto del resto de los pueblos, que le han sido reveladas.
El sacerdote en el judaísmo se distingue por su sapiencia, en el cristianismo por su carisma o por su santidad (al menos es el pensamiento clásico cristiano). La sabiduría, en toda la tradición abrahámica, es superior a cualquier otro atributo humano; en el cristianismo, en contradicción, lo es la "fe", aún carente de sabiduría. La persona precede a la comunidad, la voluntad individual a la ley, la simple creencia a la obligación devocional.
Todo el cuadro en que se desenvolvía la tradición abrahámica ha sido alterado, incluso se puede decir, rechazado. El punto culminante del rechazo se produjo en el enfrentamiento entre la Ley y la "fe", desvinculándose esta en el cristianismo de toda obligación y misteriosa. Esto produjo un tipo muy particular de culto y de religión, que en realidad nunca pudo establecerse en plenitud entre todos sus seguidores, siempre resultó cuestionado y finalmente, hoy, parece obsoleto.

Cristianismo

En el cristianismo predomina la devoción como su aspecto principal, pero ello no excluye los otros aspectos (ley y conocimiento). El devoto, sin dejar de ser siervo, de modo diferente al judío, desea ser amigo de Dios, quiere participar de la clemencia y el amor de Dios por todas sus criaturas.
Es indudable, también, que al predominar la devoción, la fuerza de la Ley se debilitó. Ello redundó en que la sociedad cristiana se transformó en un modo de vida irregular, a pesar de recibir su civilización de la Iglesia. Esta conservó al "Ley" dentro de los límites eclesiásticos, y transmitió al pueblo un modo de vida basado, sobre todo, en enseñanzas morales. Cuando dicha enseñanza fue insuficiente, sobrevino la crisis, y como el pueblo no tenía ninguna Ley a la que apelar espontáneamente, sin la intercesión eclesiástica, la Iglesia misma y su enseñanza se hicieron obsoletas. Esta es la situación hoy en occidente.
En el cristianismo hay un mayor desarrollo de la emotividad, del sufrimiento y del sacrificio como virtudes. La meta no consiste en lograr algo pactado previamente (por ello la "nueva alianza o pacto o testamento" no es equivalente, ni tampoco una modificación de la "vieja alianza") sino en "participar de la vida divina". Y de allí, nada mejor que concebir a Dios como hombre y al hombre como "dios" en potencia. Pero será necesario el sacrificio, lo cual significa hacerse sacro, "vencer la carne" para elevarse al "reino de Dios".
De aquí nace un agudo idealismo, que separa a la materia del espíritu, de un modo radical. No existe tal separación en el Islam, ni tampoco en el judaísmo, por lo que puede suponerse que en el cristianismo surgió de la filosofía griega, del gnosticismo, el maniqueísmo, y otras fuentes en las que bebieron los eclesiásticos.
Es seguro que casi todas las ideas teológicas a que ahora están acostumbrados los cristianos surgieron mucho después de Jesús (P), en el periodo que va del siglo 2° al 4° de la era cristiana. La "participación en la vida divina" a que hemos hecho referencia, el "sacrificio" en pos de ese objetivo, la "realización del misterio de la divinidad humana" (del hombre divino), el martirio de un ser divinizado (como se pretende respecto de Jesús o se afirmaba de Mitra, Adonis, u Osiris), el sufrimiento, etc., son ideas surgidas mucho antes del cristianismo, de las cuales está plagada la idolatría.
La base de todas esas ideas es que el mal es muy poderoso, tanto como el bien, y en este mundo, en realidad, el mal lo es mucho más. El maniqueísmo expresó nítidamente esta dualidad, así como el gnosticismo y las religiones del sacrificio. Aprovechando estas tendencias muy corrientes entonces, muy difundidas, o porque en realidad no pudieron superar sus antiguas ideas, los eclesiásticos reinterpretaron a su modo el legado de Jesús (P). Al mismo tiempo hacían a la Iglesia más accesible al pueblo idólatra del imperio romano, injertando dichas ideas en el cristianismo.
Por el contrario, el Mensaje de Jesús, con él sea la Paz, es originariamente una enseñanza puramente unitaria, continuadora en este aspecto de la tradición abrahámica, de la cual intentaron desprenderse los creadores de la teología oficial de la iglesia. Veamos lo que dice al respecto el mismo Jesús: "Al salir él (Jesús) para seguir un camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: 'Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?'. Jesús le dijo: '¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Uno, Dios'". (Mar 10,17 y 18; Mt 19,16 a 30; Lc, 18,18 a 30). Y en otro pasaje evangélico dice: "Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó (a Jesús): '¿Cuál es el primer mandamiento de todos?'. Jesús respondió: 'El primer mandamiento de todos es: Oye Israel, el Señor nuestro Dios, nuestro Señor Uno Es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento, y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otros mandamientos mayores que estos'. Entonces el escriba le dijo: 'Bien, Maestro, verdad haz dicho, que Uno es Dios y no hay otro fuera de El'... Jesús entonces, viendo que (el escriba) había respondido sabiamente, le dijo: 'No estás lejos del Reino de Dios...'" (Mar 12:28 a 34). Por último dice en Juan, 17,3: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el Único Dios Verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (se entiende que fue enviado tanto como el resto de los Profetas y Mensajeros).
La Unidad absoluta del Principio, debilitada por la fórmula trinitaria, no admite nada junto a Sí en la tradición abrahámica. En última instancia, la Unidad es la Única Realidad. Esto no significa, en el Islam, que el mundo creado es una simple ficción, ni una oposición entre materia y espíritu, sino que toda realidad aparente, por más pequeña que sea, para existir debe tener un atisbo de la Realidad.
El Islam ante algunos aspectos de la espiritualidad cristiana

Se remarca en el cristianismo la vida ascética, de purificación, a través del sufrimiento sensible y moral. En este último sentido, predomina la conciencia del pecado, lo cual es el resultado de la agudización entre el ideal que el hombre desea lograr y lo que él es actualmente. Ello agudiza a su vez la emotividad, y los estados de no conformidad, rechazo, cuestionamiento continuos, etc., aunque sea durante cortos lapsos de la vida del alma. El cristianismo remarca la concepción de Dios como persona, la individualidad.
Por otro lado, en el cristianismo es muy grande la conciencia del pecado, dando a este una realidad que no tiene. El Islam, por el contrario, conoce que el estado de caída y la conciencia de culpa son algo relativo, un paso, no un estado definitivo. Adán fue perdonado después de la caída. Por otra parte, considera que el hombre puede y debe empeñarse en su propia perfección, superando la relatividad del pecado, y para ello debe concretar el combate espiritual (Yihád) del alma.
Del agudo idealismo que separa entre materia y espíritu de modo tajante, deriva la idea de que toda materia es inmunda. El ascetismo cumple el papel de la purificación respecto de la materia. Por el contrario, en el Islam la ascesis dura un lapso limitado, sea para la perfección del individuo (como el ayuno optativo), sea en el cumplimiento de las obligaciones religiosas (como el ayuno obligatorio), pero no se considera apta por sí misma para el logro de lo deseado, sino como un simple medio.
Destacamos el doble significado que la palabra "sacrificio" ha tomado en el vocabulario vulgar de la cultura cristiana. Derivada de hacer sacro (divinizar en su sentido etimológico genuino), prevalece sobre dicho sentido el de "sufrir", "padecer", etc. Esto lleva a la agudización más extrema, la oposición entre el mundo y el Principio Supremo, entre el pecado y la gracia, entre la materia y el espíritu.
Este es un mero ejemplo de cómo un concepto originariamente genuino, sagrado, es adecuado a la doctrina errónea.
En el Islam el martirio, al que se denomina mejor "testimonio", es un acto extraordinario, que lleva al mártir directamente al Paraíso, sin juicio previo, pero tiene sus condiciones. Pero no se debe tolerar la injusticia, ni permitir que prevalezca injustamente un grupo social sobre otro, porque este es un "valle de lágrimas" y en él debemos sufrir y "sacrificarnos". Tampoco en el Islam se debe buscar el martirio como una especie de suicidio, cuando las condiciones en que alguien se sacrifica no permiten nada más que su muerte, inevitablemente. Se concibe el martirio como parte del Yihád (combate) "en el Camino de Allah", tanto exterior –con las armas- como interior –con el alma, por la superación de sus vicios y maldades-, y dicho Yihád tiene formas precisas, fuera de las cuales no es lícito. No existe ningún tipo de "martirio" en la opresión espiritual, cuando nadie puede decidir su religión o creencia racional y libremente, como fue el caso del cristianismo medieval y sus "cruzadas" y "reconquistas". El sacrificio y el martirio son logros del alma en su ascensión hacia Allah, y no productos del fanatismo y la ignorancia.
Igual que el Islam, el cristianismo considera a la gracia superior al esfuerzo y al sacrificio personal, pero no pone límites, como los pone el Islam, a la ascesis. Esto constituye, en realidad, una puerta para lo contrario que se busca, es decir, se convierte en un crecimiento indebido del ego y de sus logros. De aquí deriva la concepción de la santidad como una hazaña personal, y del santo como intercesor, por su propio mérito, ante la Divinidad.
El sacerdocio es coherente a todo el contenido del cristianismo antes expuesto, ya que se organiza para la vida espiritual intensa, al menos durante la mayor parte de la historia de la iglesia. El cristiano inclinado a lo religioso, teniendo como modelo la vida de recogimiento (encuentro consigo mismo), ascesis y sacrificio, no dispone de mejor medio que la asociación devocional (órdenes, monasterios, conventos), a veces orientadas hacia una devoción particular (patrono), lo cual no significa que no exista el individuo solitario (eremita). El sacerdocio cristiano no equivale al sacerdocio judío, no sólo por ser diferente el culto practicado, sino que el objeto que ambos procuran alcanzar mediante la vida sacerdotal es distinto.
La iglesia cristiana, constituida sobre una idea mística, no equivale tampoco a la sinagoga. La iglesia es el ámbito del sacrificio, de los misterios, ella misma es una idea que procura concretarse. La iglesia es parte de la divinidad, no es algo fuera o como instrumento a la mano del devoto. Para el cristiano, la materialidad del mundo es una ficción divina, es algo en que en realidad el misterio de la divinidad en cuerpo y sangre. Por eso es necesario purificar la materia de todo pecado, para lograr a través de ella la vida divina.
Esto finca en la idea de inhabitación (morada) de la divinidad en la materia, pero no de toda la materia, pues ella es impura, sino de una parte. En un cuerpo, por ejemplo, el de Cristo, en la iglesia como cuerpo místico, en la cristiandad como comunidad. Este error "parcializa" la Presencia divina, la hace particular en algo. La Infinitud de Allah queda reducido a algunas cosas del mundo.
El cristianismo sostiene que no sólo la iglesia, como idea (cristiandad), sino también la ostia y el vino se transmutan y transmutan la materia terrena en substancia divina. La carne del crucificado y su sangre, según la iglesia, representan la salvación, es decir la superación de la materialidad mundana para alcanzar mediante el sacrificio la consubstanciación divina[4].
Nos queda solo señalar que así como la materia mundana adquiere virtud divinizante –en la ostia, por ejemplo- así también por extensión, observamos cómo las imágenes o íconos también la adquieren, pasando a desempeñar un importante papel en la intercesión divina. La idea que permite llegar a esto es la misma que pone en vigencia a la sacralidad de la iglesia (en tanto comunidad y al mismo tiempo lugar del sacrificio o divinización). Todo ello en virtud del dogma de la eucaristía, que implica a su vez el de la encarnación.
En este sentido se ahonda el error derivado de la separación radical entre el mundo y el Principio. Sólo algunas cosas del mundo reciben la sacralidad, y por esto se transforman en divinas. Son, además del Mensajero Jesús –con él sea la Paz-, la iglesia, la ostia, el vino, el cáliz, el altar. Lógicamente, aunque esto no sea formulado de este modo por la doctrina eclesiástica, ello es así desde el momento que estos medios reciben en sí mismos la "presencia real de Dios", como dice la Iglesia. También la recibe el devoto a través de la comunión. Esto significa que la Esencia divina, Infinita, Omnipotente queda reducida a ciertas manifestaciones en el plano físico, lo cual es imposible según la verdadera tradición abrahámica, que el Islam reafirma.
En la doctrina del Tauhid (Unidad) son insostenibles semejantes afirmaciones, signos de ishrák (asociación a Allah de cosas relativas). Se mezcla lo absoluto - Allah, el Infinito- con lo relativo y temporal –las cosas del mundo-. Por otra parte, la doctrina de la Unidad divina o Tauhíd no solamente es una "teoría", así como la doctrina trinitaria no es sólo algo hipotético. Ambas determinan una visión del universo, de la vida personal y aún política. Cuando se oponen ambas visiones, a la base de la polémica teológica está la concepción de la vida, en todos sus aspectos, y en consecuencia, se debate también el destino final de la humanidad.
El occidente cristiano sofocó todo tipo de unitarismo, y sostuvo a sangre y fuego el trinitarismo, como lo testimonia la historia desde el siglo 1° al 8° aproximadamente (quizás los últimos unitarios hayan sido los arrianos). Pero esto demostraba, como contrapartida, una sola cosa: lo que estaba en juego, en realidad, era la subsistencia de un sistema de vida opresor, el cual predominó en occidente durante la edad media sobre todo. Dicho sistema quedó fundado por Constantino y su acuerdo con la iglesia romana, fruto del cual fue el concilio de Nicea (325), y constituyó el intento, exitoso durante siglos, de mantener vivo al imperio romano. El imperio no quería morir y se camufló bajo el ropaje eclesiástico del cristianismo.
Islam sacerdocio e Iglesia

En realidad el sacerdocio de Israel, tal cual fue constituido por Moisés, con él sea la Paz, en el Antiguo Testamento (Exodo 24,1 a 5); luego confirmado para la descendencia de Aarón (Num. 16,40 y ,:41), dejó de existir con Zacarías (P). Su hijo Juan el Bautista (P) fue un Profeta anunciador del Mesías, pero ya no un sacerdote. Luego, con la abrogación de la alianza con Israel, que manifiesta el Mesías (P) en diversas ocasiones, podemos considerar concluido también el sacerdocio. Por último, el mismo Jesús (P) no lo restablece en ninguna de sus palabras, sus apóstoles no son sacerdotes, no cumplen ninguna función al respecto, excepto la enseñanza del nuevo Mensaje.
Sin embargo, con el tiempo se instaura el sacerdocio de la Iglesia. ¿Qué permitió hacerlo?, ¿acaso las palabras dirigidas por Jesús a Pedro ("sobre ti erigiré mi iglesia") equivalían a la instauración del sacerdocio, con tanta claridad como en el caso de Moisés (P)? Nosotros creemos que no, pero de todos modos esta cuestión nos llevaría muy lejos. Solamente diremos que con el Islam queda claramente desechado el sacerdocio, como continuación de su no instauración concreta por parte de Jesús (P). Y como confirmación de la abolición del sacerdocio para el ciclo que se abre con este último Profeta (BPDyC): El Islam, el Reino de Dios anunciado.

Islam y cristianismo

En consecuencia, la "cuestión teológica" islámico-cristiana, tiene como trasfondo una cuestión práctica, la de organizar la vida de los hombres de acuerdo a un modelo consagrado, llamado en el Islam "Din" (modo de vida revelado) y en el cristianismo "doctrina de la iglesia", o algún otro término similar. El resultado está a la vista, el Islam siguiendo la enseñanza unitaria, revelada, confirmada por Jesús –con él sea la Paz-, no generó un mundo opresivo y violento como el del siglo 20, por ejemplo. El cristianismo siguió un modelo fabricado por la iglesia, sobre la base de conceptos teológicos previamente establecidos en los concilios, apelando como autoridad a la "inspiración del Espíritu Santo", lo cual resultaba muy cómodo y eficiente. En la iglesia subsistió el sistema opresor del imperio romano (tal como confesó Tomas de Aquino "el imperio no ha muerto") y en el Islam quedó preservado el sistema liberador de la concepción unitaria, sea que se aplique, sea que las circunstancias se opongan a su aplicación (como sucede en el siglo 20 debido a la dominación imperialista y tecnológica).
La concepción de Dios, de su "naturaleza", es algo que está más allá de la mente humana, e incluso la misma Revelación no desvela al hombre nada más que aquellos conceptos que éste pueda comprender. El conocimiento humano no alcanza a Allah en Sí Mismo; para el Islam es absurdo e incluso impío definir o describir "la naturaleza (esencia) divina" como lo pretende el trinitarismo. Debajo de esas "definiciones" se disfraza un objetivo opresor, que impiedad y opresión, e idolatría e injusticia son sinónimos.
Si la razón humana no es capaz de definir a Dios, El, sin embargo, revela Su Unidad, porque la Unidad es lo infinito, lo indescriptible, lo perfecto, y es la mejor idea que podemos tener de Allah. Tal doctrina unitaria es continua, desde Adán a Muhammad, también la formuló Jesús, con todos ellos sean las Bendiciones y la Paz. La irrupción del trinitarismo es considerada por el Islam como un desvío evidente.
El desvío de la doctrina original generó un mundo opresivo, en el doble sentido, espiritual y político. La opresión espiritual es la raíz y el origen de la opresión política, y así ciertos conceptos fueron deformados, como el de "amor", "mortificación", "ascesis", "sacrificio" etc. Esos conceptos en su origen son auténticos, pero al asociarlos a una concepción opresora, han resultado desvirtuados, y se han fijado de ese modo en la mente del cristianismo común.

Consideraciones finales

En lo precedente indicamos algunas cuestiones de suma importancia para interpretar el cristianismo, cuyo pensamiento cristiano tiene varios aspectos relevantes, dignos de mencionarse. Nuestro intento es por cierto esquemático, no pretendemos alcanzar una explicación total de las cuestiones planteadas, porque ello requeriría un largo período de investigaciones eruditas, a las cuales particularmente no somos afectos. Sin embargo, con lo dicho quedan las líneas directrices.
En primer lugar en él se destacan las oposiciones o contradicciones bipolares. En segundo término, el papel de la imaginación. Todo ello resulta en un mayor movimiento en las concepciones, un cambio continuo, y por otro lado en una tendencia disociadora. Es casi seguro que estos aspectos no son primitivamente cristianos sino occidentales, en el sentido que hoy se entiende a occidente. La comprensión espiritual occidental puede rastrearse mucho más allá del cristianismo, el cual tiene más bien raíces medio orientales, encuadradas en otra actitud tradicional distinta. De allí que encontremos agudizado al extremo en el cristianismo el problema de los orígenes, es decir de lo ortodoxo y lo herético[5]. Esta cuestión no tuvo tanta relevancia en el cercano oriente, y mucho menos aún hacia el extremo oriente, puesto que a medida que nos alejamos de occidente las oposiciones se atenúan, aunque existan, y predomina la unidad.
Lo más importante, desde nuestro punto de vista, no es tanto ser exhaustivo, sino llegar por la vía más breve a la esencia del tema, para beneficio propio y ajeno. Obrando así creemos rebatir la especialización moderna, la fragmentación y el análisis excesivo, que pierden de vista al centro real de los asuntos, aún cuando ello no asegura la corrección de las conclusiones, las cuales deberán ser corroboradas por repetidos esfuerzos. La certidumbre de un trabajo bien cumplido proviene de cierto deleite que el espíritu goza y de la seguridad intuitiva que tiene cuando el resultado agota sus dudas. Pero, como las dudas nacen todas de la experiencia personal, un trabajo bien cumplido equivale a la solución que vence todas las dudas.


fin


Prohibida su reproducción total o parcial sin citar las fuentes: "Centro de Altos Estudios Islámicos" www.senderoislam.net

[1] Las expresiones "experiencia espirirual profunda" y "sensibilidad" traducen, por analogía, los estados (ahual) superiores que se alcanza, pero no deben ser tomadas literalmente
[2] 'Ilmul-Asrar, Ciencia de los Secretos. Es la tercera categoría de las ciencias a que se refiere Muhiu-din Ibn 'Arabi en "Futuhat". Comprende a 'Ilmul Ahual (ciencia de los estados) la que a su vez comprende a 'Ilmul Ajbar (ciencia tradicional) que nosotros denominados "Revelación".
[3] A partir de aquí mencionamos al Principio de todas las cosas por el Nombre Allah más apropiado que "Dios".
[4] Aquí "substancia" y "consubstanciación", deben entenderse en el sentido de participación en la esencia divina. Por "materialidad" no entenderemos "materia", en el sentido vulgar del término, sino la apariencia mundana, la realidad imperfecta del mundo.
[5] Por ejemplo, el Islam no presenta tan crueles y tenaces guerras sectarias como la latinidad cristiana, ni las oposiciones llegan a desvirtuar la doctrina original.

 

En sección conferencias título

Genios, gnomos y hombre